Nochecita sobre el Atlántico

En el vuelo de regreso de Punta Cana tuve una de las peores experiencias aeronáuticas que recuerdo. Nada relacionado con la aviacion, salvo el lugar en que ocurrió, aunque podría haber sido en un tren o un autobús. Habría arrancado de cuajo un asiento, se lo habría puesto de corbata al engendro que llevaba delante y luego le habría hecho tragar un reposabrazos, un foco o lo que fuera.

En el asiento de delante viajaba un engendro indefinible, no se si era era del sexo que aparentaba, era una fulana con cara de caballo o simplemente una gorda infame y hortera. Tenia pinta de cualquiera de esas cosas y su sola vision era lo más repulsivo y antilujurioso que pueda imaginarse.

La primera que me hizo fué que cuando me había arrellanado en el asiento y había conseguido dormirme: me sacudió un estacazo en la rodilla al levantar el reposabrazos. Hasta cuatro veces ocurrió eso durante el vuelo impidiendo que disfrutase de los dulces brazos de Morfeo.

Cuando conseguí volver a dormirme y estaba en un sueño ligero me despertó un olor indeterminado y nauseabundo. Le pregunté a mi mujer que si ella olía algo, pues es de olfato fino y seguro que lo había detectado antes que yo. «La pasajera de delante tuyo está vomitando». Encogí inmediatamente las piernas que tenia estiradas como si me hubieran dado una descarga de alta tensión y me puse de una mala leche increíble. La puñetera foca se pasó casi una hora llamando a Raul y a Braulio añadiendo a los olores acres del principio el gorgojeo de sus arcadas y explosiones mientras la sufrida tcp traía bolsas de recambio y preguntaba si quería un te o una infusión.

Yo pensaba, «si, encima dale más munición a esta h. de p…» Gracias a la divina providencia a alguien se le ocurrió prohibir las mascotas en la cabina de pasaje porque si no habría tenido a un caniche meándome en la pierna y mordiéndome los cordones del zapato. Seguro.

Catering

Pero en ese estado de desesperación aún hubo un detalle que me llegó al alma. No conseguía levantar mi propio reposabrazos. Le pregunté al pasajero del otro lado del pasillo y tampoco lo consiguió averiguar. Le pregunté a la TCP y después de mirarlo me dijo: «No se puede», me quedé tan sorprendido que no pude soltar ni un exabrupto antes de que se hubiera ido, ¿como que no se podía?, bien que había podido moverlo el incordio de delante para machacarme la rótula…llegué a la conclusión después de una inspeccionar varios asientos que unos tienen el reposabrazos abatible y otros no ¿?. Hasta entonces había pensado que la aviación era algo que respondía a las leyes de la lógica.

Esta entrada fue publicada en Aerotrastorno. Guarda el enlace permanente.