Hay que volver a Viena

Es nuestro último día en la capital austriaca. Aunque nuestro puente se extiende hasta el martes día 24, no había vuelo de Ryanair para ese día. Por la tarde a las 08:00 salimos del aeropuerto de Bratislava en Eslovaquia y tenemos que ver como vamos al aeropuerto y que hacemos por la mañana.

La primera cuestión se resuelve a favor del taxi ya que los autobuses salen a horas bastante intempestivas. Sobre la segunda, decidimos tomar uno de esos autobuses turísticos que dan una vuelta por la ciudad, esperando que nos de una visión global de los monumentos que nos quedan por ver y que tampoco haya que castigar mucho los pies.

Nos dirigimos a la plaza Albertina, donde se encuentra la oficina de Turismo y la salida de los autobuses rojos, la compañía que al final escogemos. Como tenemos que esperar cincuenta minutos aprovechamos para pasear un poco por el centro de Viena. Entramos en el Palacio Dorotheum, una casa de subastas pública donde Mercedes y Mariona se dedican a ver escaparates para concluir que no hay ningún ‘chollo’ a la vista que merezca la pena esperar a la hora de la subasta.

Ya en el autobús nos colocamos en la zona con toldo. A los nórdicos les encanta ponerse al sol y enrojecer como gambas sin miedo al cancer de piel, pero el sol es impresionante y más de una hora sobre la testa puede ser peligroso. Aunque a diferencia de las plazas de toros , el tendido de sol y el de sombra son la mismo precio, elegimos la sombra.

La visita avanza y le doy al gatillo de la cámara como si fuera un japonés enfervorecido. De hecho cuando nos cruzamos con un grupo de japoneses les saludo y fotografío con respeto y cordialidad nipona, lo que no sé bien por qué, les deja patidifusos.

Pasamos por los edificios de la ONU y por el Prater donde vemos la Riesenrad, una noria gigante. El recorrido tiene una parada y para nuestra sorpresa es en la Kunst Haus, lo que nos reconcilia con la mañana pues era uno de los lugares que habíamos renunciado a visitar por no andarlo buscando. Se trata de un edificio remodelado por el pintor Friedensreich Hundertwasser con la curiosa idea de imitar a la naturaleza, desterrando en lo posible las lineas rectas, las simetrias y las repeticiones. La casa es sorprendente: columnas diferentes fachadas onduladas, vegetacion en balcones y terrazas, cerámica y colores vivos combinados para ofrecer un espectáculo arquitectónico que todo el mundo dice que le recuerda a Gaudí pero a mi modo de ver eso solo es en parte cierto pues en lo que me recuerda al genial arquitecto de la Sagrada Familia es en su originalidad, precisamente en que no es parecido a ningún otro estilo u obra.

De vuelta al centro decidimos buscar otro restaurante recomendado por la guia para comer. Es la cervecería Wieden Bräu y está cerca del mercado de Flohmarkt, pero en un golpe de metro nos acercamos allí. El lugar es muy agradable, comemos en un patio a la sombra, en unas mesas bajo unos chambaos de madera y rodeados de vegetación, pero la comida deja mucho que desear. Con lo bien que hemos comido en Viena nos vamos a ir con un mal sabor de boca. Los filetes están demasiado hechos y decidimos no tomar ni postre, de Wieden Bräu lo máximo que podemos recomendar es la cerveza y los pretzel de mantequilla.

Volvemos al hotel y allí nos encontramos con nuestro taxista. Se trata de un eslovaco que ha estado en Cuba y ha hecho transporte de mercancías a la fábrica de Seat en la Zona Franca y que está muy contento de poder hacer un despliegue de su escaso vocabulario español. El Mercedes que conduce lleva aire acondicionado lo que agradecemos sobremanera. En el Aeropuerto no tenemos que esperar demasiado y en el vuelo de vuelta no consigo ver el paisaje de los Alpes, pero cuando llegamos a la costa española puedo ver Roses y el Paní, toda la bahia y el Alt Empordá de noche, con Figueres iluminada , alineada con Pont de Molins y La Jonquera.

Al desembarcar en Girona, recogemos el coche del aparcamiento y regresamos a casa, cansados pero felices, con la agridulce sensación de haber visto solo una pequeña parte de una ciudad magnífica y con la firme determinación de volver a Viena, en una época del año algo más fresca y sin campeonatos de fútbol.

Esta entrada fue publicada en Viajes. Guarda el enlace permanente.