El pasado mes de febrero estuve en Lérida y en casa de mi hermano vi una vieja máquina de escribir cubierta de óxido. Le pregunté y resultó ser un recuerdo familiar que había pertenecido al padre de su esposa, Maria Antonieta. Juan Aldabó murió hace años, antes de que su hija se casase con mi hermano y para mi cuñada aquella vieja máquina que su padre había comprado hacía tanto tiempo y que le había acompañado toda su vida profesional era un recuerdo entrañable, pero no encontraban quien pudiera restaurarla.
Inmediatamente se me ocurrió que uno de los pocos sitios donde podía hacerse ese trabajo era en el Museu de la Técnica de l’Empordà donde se exhibe la magnífica colección de máquinas de escribir de todos los tiempos de Pere Padrosa.
Amablemente accedieron a realizar el trabajo y esta semana me llamaron para decirme que podía pasar a recoger la máquina. Hasta hoy viernes no he tenido un momento para pasar por allí. Esta tarde me he acercado con Mercedes, que aunque había estado en el Museo no había visto las colecciones de las plantas superiores.
Mi amigo Juan Jesús Aznar se las ha enseñado mientras yo charlaba con Josep María Sais, el autor de la la restauración. No sé que se puede decir del trabajo que ha realizado que no muestren las fotos. Es simplemente una maravilla. Parece increíble que se trate del mismo objeto.
Puede que haya alguien más en el mundo, pero de las personas que yo conozco, solo Josep María tiene ese capacidad de devolverle la vida a un mecanismo, restaurando no solo sus piezas sino su belleza esencial, la actividad mecánica.