Auschwitz

Hace ya algún tiempo que estuve en Auschwitz. De una forma intencionada dejé pasar el tiempo para escribir la crónica de la visita. No quería dejarme llevar por las impresiones del momento. Antes de ir ya sabía que iba a ser desagradable, no iba a una fiesta ni a satisfacer una curiosidad morbosa, lo asumí como una experiencia en la que podría aprender algo importante en la vida, porque los sucesos acaecidos en aquel lugar eran un hito en la historia de la humanidad.

Un dibujo mio de Auschwitz

Mi impresión de la visita, o mejor dicho, de la musealizacion de la visita fue muy negativa.

Me pareció una dramatización sobreactuada. Creo que cuando intentan convencerme o dirigir mi opinión hacia algunas conclusiones me resisto por una cuestión de salud mental, de higiene cognoscitiva. Todo en Auschwitz estaba montado para causar pena y horror. Puede que yo ya sea suficientemente empático y no necesite esos estímulos, pero algunos aspectos de la exhibición me parecieron absolutamente fuera de medida.

Quizás en los años de postguerra la magnificación de un holocausto ya de por sí horrible le pareció necesaria a las nuevas autoridades para hacer comprender al mundo la auténtica medida de aquella atrocidad, desde los vecinos que habían convivido con el horror a pocos metros de las vallas como a los seres humanos más ajenos a la guerra desconocedores incluso de la existencia del pueblo judío.

Después fue necesario recordar las atrocidades del holocausto como una forma de compensación a las víctimas de las cuales el pueblo judío era el principal representante.

Pero hoy en día la «didáctica» aplicada a la visita del campo de concentración me parece algo trasnochada. Sé que me arriesgo a que me llamen desde antisemita a negacionista, porque hay gente que le gusta leer solo hasta donde puede encontrar un supuesto agravio en el que justificar su ira crónica.

De ninguna manera me parece que haya dudas sobre la magnitud, crueldad y maldad de los crímenes cometidos. Mi crítica se centra en que a mí me pareció que el objetivo de la muestra era dar pena y asco, cuando yo creo que lo que hay que promover no es la meditación, no sobre algo que resulta obvio y es conocido, y que es el hecho de que los crímenes fueron cometidos por los nazis contra judíos y otros grupos deportados a los campos de exterminio sino por la meditación más profunda de que esos crímenes abyectos fueron realizados por unos seres humanos contra otros.

Lo que el holocausto debería advertirnos es sobre los pliegues sucios oscuros y malolientes del alma humana. Debería hacer que nos preguntemos, que si eso pudo ocurrir una vez, podría volver a ocurrir otra, debería animarnos a buscar las debilidades de los sistemas democráticos porque Hitler fue «democráticamente» elegido líder de Alemania y alertarnos sobre los peligros del comportamiento gregario, de la manipulación de la información, de la educación y de la moral. Si tanta gente se convenció de que «la culpa era de los judíos» como para ser capaces de cerrar los ojos a una gigantesca operación de exterminio y a los atroces crímenes y horrores que la acompañaron, habría que pensar como erigir defensas efectivas que protejan a la humanidad de semejante aberración. Y no solo de sufrirla, también de cometerla.

Para mí Auschwitz no es una historia de nazis y judíos, ni de alemanes contra alemanes, es mucho más, es una historia de seres humanos víctimas de la naturaleza humana, capaz de grandes gestas y de hechos aberrantes.

Garita de vigilancia Garita de vigilancia

Cuando alguien usa los medios de mentira y manipulación, las ideas supremacistas o manifiesta un exacerbado nacionalismo o xenofobia, si se le acusa de ser fascista o nazi siempre hay algún idiota que alude a la «vanalización» del holocausto, la «denigración de las víctimas» o la «exageración maliciosa» de la comparación.

Nos dicen que no se debe tomar el nombre del holocausto en vano ni tildar del peor de los adjetivos, «nazi» o «fascista», a alguien simplemente porque es algo radical en su ideogía. No es «políticamente correcto» porque resulta blasfemo mentar el nombre de la bicha».

Yo me cisco en lo políticamente correcto y digo que si alguien miente mil veces, usa las reglas de propaganda  de Goebels, estimula el nacionalismo, el supremacismo y pone su verdad por encima del respeto a las normas emanadas de la voluntad democrática, es un nazi. Puede que vomite cuando vea una svástica o se crea muy «rojo», pero está en el camino que lleva a Auschwitz. Y eso hay que denunciarlo. Precisamente por respeto a todas las víctimas del Holocausto.

Hoy es el 73 Aniversario de la liberación del campo. Quería escribir sobre el libro que compré el día de la visita, pero la introducción se ha convertido en un artículo, el comentario del libro quedará para otra ocasión.

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