Formentera, la virgen ramera

Crónica del Martes 27/07/2010
Formentera se vende como una isla virgen. En realidad, como se vende, es una virgen ramera. Toda la isla es un mercado. Las playas están invadidas de turistas y chiringuitos. Como en la paradoja del huevo y la gallina, no se sabe que fue antes, los turistas o los chiringuitos, pero es cierto que ambos elementos se atraen irremisiblemente.

Lagartija

Para intentar apreciar las virtudes de la isla hay que abstraerse de la omnipresente marea humana o montarse en el carro del consumismo feroz y considerar los precios de saqueo como «normal en tiempo de playa», a menos que se disponga de la paciencia y el tiempo para buscar los pocos sitios que ofrecen un servicio adecuado a precios razonables.
Acotados a disponer tan solo de unas horas para recorrer la isla en una moto eléctrica que alquilamos con toda seguridad nos perdimos algunos de los bellos rincones de Formentera, pero encontramos también alguna gema que sin constituir ningún chollo, al menos nos proporcionó alguna de las mejores satisfacciones del día.

Formentera

El restaurante «El Mirador» es un punto estratégico en la carretera al faro de La Mola. Desde su terraza se divisa toda la parte septentrional de la isla deslizándose entre dos mares de un solo golpe de vista.
En la playa de S’Arenal comimos en el restaurante del mismo nombre. Aunque excede de la categoría de chiringuito, la paella que disfrutamos tenía todas las virtudes que se atribuyen a los platos de pescado servidos a pie de playa. El adjetivo que ahora mismo se cuadra más es el de ‘memorable’. Vimos cartas con precios mas elevados y más baratos. Pero aquella era nuestra paella y nuestro momento. Una mesa frente al mar, a pie de la playa donde Mercedes se bañó justo después de comer mientras yo seguía mi costumbre de dormitar levemente una siesta apoyando la cabeza en la pared.
Las playas de Illetes, en el punto más al norte de la Isla y más cercano a la isla de Espalmador son un Patrimonio de la Humanidad dentro del Parque Natural de las Salines y un área más concurrida que el metro de cualquier metrópoli en hora punta. Eso si, para preservar el área de la contaminación se cobra un peaje a la entrada. Nosotros nos libramos por llevar un vehículo eléctrico.

Moto electrica

Llegamos a tiempo de devolver el vehículo y coger el barco a la hora que queríamos y en el viaje de vuelta Mercedes estuvo a punto de deshacerse de la paella por mor de los movimientos del barco aunque la mar no estaba agitada. Yo, poco marinero y de tierra adentro estaba compungido de verla sufrir y empezaba a notar los efectos del atracón de sol.
Ya en tierra firme el paseo de cala Prada a S’Argamassa nos acabó de derrotar y solo recuperamos el ser después de litro y medio de agua fresca y la reparadora cena del hotel.

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