El Salidou es una crema de caramelo con mantequilla salada, una receta típica de Bretaña que combina de forma maravillosa y equilibrada el dulce y el salado.
A mi me gustan los contrastes en la cocina, como el chocolate con chili, los deliciosos platillos del Ampurdán de ‘mar y montaña’, que combinan la carne y el pescado, como el Pollo con cigalas o los calamares rellenos de carne. También disfruté en Marruecos con la pastilla de pichón, un hojaldre relleno de carne de sabor dulce, o los Pasteles de Cierva murcianos, por no mencionar las especialidades orientales con sus sabores agridulces.
Mercedes es también partidaria de las mezclas y sobre todo nos gusta explorar nuevas recetas y nuevos sabores. Por eso cuando me dijo que habían puesto en Figueres una nueva Crêperie sabía que iríamos a probarla mas pronto que tarde.
Y ese día fué ayer. Los viernes por la noche son propicios a la escapada, unas tapas y copas. Quedamos con Mariona y Miguel Angel y fuimos a conocer el nuevo local.
La decoración es muy original, la barra está dentro de la estructura simulada de un autobús, supongo que imitando las Crêperies ambulantes que es tan fácil encontrar en Francia. No sentamos en la terraza que queda en el callejón junto al apartamento del Garrigal y con vistas a la entrada lateral de la placeta junto al Museo Dalí.
La carta era prometedora. Crêpes saladas con tortitas (galletas) de trigo sarraceno y unos rellenos muy apetecibles. Nos pedimos de bacon, de Andouille, de salmón y una ensalada con maigret de pato y queso de cabra. Todo estaba bastante bueno, aunque el Andouille, un embutido ahumado hecho de tripa de cerdo tenía un sabor quizás excesivamente fuerte que y encontré agradable para probarlo pero que quizás me hubiera cansado en caso de tener que tomarme la galleta entera.
Con el vino nos llevamos una sorpresa pues pedimos Torres Viña Sol que estaba en la carta y no tenían, algo extraño en un local que acaba de abrir. Lo sustituyeron por un vino blanco bretón que estaba muy bueno.
Con los postres tuvimos más sorpresas. No pudimos pedir la Crêpe Orangine, con mermelada de naranja amarga y chocolate porque no había mermelada de naranja amarga, pedimos una de piña y nata y no había nata, que sustituyeron, después de consultar, por helado de vainilla.
En los postres tuvimos ocasión de probar una delicia, la crêpe de salidou, la crema dulce y salada que mencionaba al principio.
A la hora de pagar (67,10€) no se podía pagar con tarjeta. Por suerte llevábamos efectivo, algo que no suele ser frecuente en nosotros que pagamos casi todo con ‘plástico’. Hoy, repasando la estancia y la nota, me he dado cuenta de que nos cobraron una cerveza que no nos bebimos y el recuerdo de la cena de ayer en la Crêperie Bretone, con sus excelentes platos y sus incomprensibles errores y fallos se ha convertido en un paradigma del salidou: algo dulce y salado,…aunque no tan exquisito.