Por fin estamos en Roma. Escribo desde el mismo hostal donde nos alojamos, donde he encontrado que puede accederse a internet sin cargo durante todo el dia, desde una terminal para todos los huespedes.
Ayer la lluvia complicó un poco nuestra salida. Entrar en Girona para recoger a Beatriz fué una auténtica locura, pero era ella la que nos tenía que llevar al aeropuerto y quedarse con el coche para recogernos a la vuelta. Girona era toda un atasco. Aun así las previsiones funcionaron correctamente y llegamos un par de horas antes de la hora de salida de nuestro vuelo.
Había recibido un email de Ryanair en el que me advertian que debido a la huelga de ‘handling’ no podíamos facturar equipaje y directamente decidimos viajar solo con equipaje de mano, lo cual resolvió nuchas de mis dudas sobre los cachivaches que tenía que llevar. El aspecto del aeropuerto era lamentable. Le daba a uno la sensación de caminar entre los supervivientes de un naufragio o en la antesala del juicio final.
Habia muchos turistas a los que no les habría llegado el email o que sencillamente querían vover a su casa con el equipaje que trajeron de vacaciones y saber que no podian hacerlo suponía cientos de pequeños dramas. La gente se ponía dos y tres pantalones, varios jerseis (hacia calor), metía el resto de la ropa en una bolsa de plástico y abandonaba las maletas. Lo mas triste que vi fue un indignado turista saltando sobre las maletas rigidas que se disponía a abandonar para inutilizarlas, presa de la rabia y la indignación.
Nuestro vuelo llegaba a Ciampino bastante tarde y aunque había hablado por teléfono con el propietario del Hostal, estaba preocupado porque había leído en alguna guía que el barrio donde iba a alojarme no era muy recomendable por la noche. El vuelo salió con retraso y en Ciampino tomamos un autobús hacia Roma Termini. Cuando llegamos frente a la estación nos bajamos y le preguntamos al conductor por los horarios para la vuelta. Para informarnos nos dió un horario impreso. Apenas habíamos andado dos pasos y desaparecido el autobús, nos dimos cuenta que habíamos olvidado en el mismo un bolso con la cámara de fotos de Mercedes, la tarjeta de 1 Giga nueva que nos habia dejado Beatriz, todos mis papeles para ir al Ufficio Storico y alguna cosa más.
Mercedes se quedó horrorizada, menuda forma de empezar unas vacaciones. Miramos en el horario y vimos que el primer autobus salía las 04:30, solo al cabo de unas horas. Buscamos el Hostal donde nos alojabamos que estaba muy cerca de la estación y me puse el despertador del teléfono y de la PDA. Despues de dormir tres horas, cuando llegó el autobús, estábamos los primeros en la parada. El conductor había encontrado el bolso y lo tenía allí preparado, nos desicimos en ‘mille gratie’ y volvimos al hostal. Yo aún dormí una tercera etapa (la primera la había dormido en el avión) y a las 08:00 ya estaba en pie para ir al Ufficio Storico.
Salimos juntos y nos fuimos hasta la puerta del complejo donde se encuentra el Ministerio de Defensa de Italia. Alli Mercedes emprendió su mañana de turismo y yo pasé a identificarme. En cuanto me vieron los soldados de la oficina de identificación me dijeron algo de «Storico?», y yo pensé: «Vaya ojo clínico que tienen, en seguida han sabido a donde iba». Me hicieron la ficha y me dijeron que vendrían a buscarme.
Como no es el trato habitual a los investigadores que me habían contado Miquel Rustullet y Joaquin Ejarque y Miguel Santiago, pensé que sería una atención debida al hecho de haber solicitado la visita a través de la Embajada.
Vino una marinera y me dijo que la acompañase. Entramos en el primer edificio, una mole impresionante y subimos en un ascensor a unas estancias muy amplias y lujosas. Me señaló una habitación y me pidió qe esperase alli. En la puerta acerté a leer una placa que decía «Subsecretaria de Defensa, Sala de visitas». Al instante apareció una secretaria que muy amablemente me pidió que la acompañase. Yo estaba asombrado por el recibimiento, pero pensé que tanto paseo me iba a hacer perder tiempo. Cuando entramos en un antedespacho que tenía un cartel en la puerta que decía: «Subsecretario de Defensa» más que asombrado estaba patidifuso. Me abrieron una puerta de esas de tres metros de alta y tras ella habia una mesa muy grande y un señor muy serio de pelo blanco trabajando en ella.
Me miró y no dijo nada. Miró al funcionario que me acompañaba y el funcionario me miró a mí. Cuando aquel señor tan serio me volvió a mirar pensé que me tocaba presentame y lo hice en mi italiano macarronico. Otra tanda de miradas en silencio al funcionario y a mi y al final me pregunta que a donde iba o que quería, entendi el sentido pero no el texto. Le expliqué que venia al Ufficio Storico a consultar documentos, pero no parecian entender nada. «Si, tengo un mensaje de l’Aviazione italiana, autorizando la visita» decia yo, pero me puse a buscar en los papeles y el maldito papel no aparecía, al final llegaron a la conclusion que se habian equivocado de persona, me pidieron mil excusas y salimos del despacho. En el antedespacho la secretaria me explicó que el subsecretario esperaba a alguien llamado de apellido ‘Storico’, se volvieron a deshacer en excusas yo les dije que no había ningun problema, que estaba encantado con un recibimiento de semejante categoría y me pusieron un soldado, esta vez de aviación para que me acompañase al Archivo.
Cuando por fin llegué a las dependencias del Ufficio Storico me encontré una recepción más sencilla pero igualmente amable. Me dieron la guia de temas de la documentación MDA-OMS (Ministerio Difesa Aeronautica- Operzazione Militare in Spagna) y me llevaron a la sala de lectura.
Después de darme cuenta que había olvidado algunos esquemas de trabajo que había preparado especialmente, me he puesto manos a la obra. A las dos he salido de alli bastante satisfecho del rendimiento obtenido aun siendo el primer día.
Al salir he llamado por teléfono a Mercedes y le digo «Hola cariño, Donde estás?, y me dice: «en Barcelona, claro!», Cuando le he contestado con una exclamación algo así como «Pero qué dices!», me ha dicho Ah, claro, tu llamas a tu mujer, y yo soy Mercé Molist!».
Cuando por fin he localizado a mi esposa, estaba esperandome en la habitación. Nos hemos ido a comer a un restaurante próximo. El resto de la tarde lo hemos dedicado al turismo, para acabar cenando en Baffeto una memorable pizzeria próxima a la Plaza Navona. Alli hemos conocido al vernos obligados a compartir mesa a una agradable pareja de estadounidenses. John y Sherry son de Pensilvania y pasaban una semana de vacaciones en Italia. Nos hemos contado parte de nuestra vida. John habia estado en Madrid y hablaba un poco de español y yo he desempolvado mi inglés. Hemos quedado en escribirnos para que les envie por email la foto que hemos hecho.
Sin embargo no podré poner las fotos aqui hasta que estemos de vuelta y pueda subirlas a Flickr desde casa.
En definitiva, ha sido un día muy intenso y ahora solo tengo ganas de irme a dormir, pero estoy aqui peleándome con este teclado italiano que no tiene acentos y me obliga a codificar cada letra con acento o n con tilde.
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