Lo siento, siempre he sido reticente a divertirme por obligación. Las fiestas «oficiales» me producen repelús. Digo que lo siento porque somos seres sociales y lo de divertirse es algo bastante social. Hay poca gente que se divierta contándose sus propios chistes. Aunque para desesperación de Mercedes yo soy uno de esos, esa es otra historia que no tengo inconveniente en contar cuando no sea, como en este momento, una divagación.
El caso es que por complacer a los que me rodean en vez de quedarme en casa o por ejemplo, pasar de un año a otro de la mejor forma que puede hacerse -durmiendo- me apunto a la fiesta y el caso es que, en muchas ocasiones, acabo pasándomelo fenomenal. Aunque también pasa muchas veces que en la fiesta se me acerca alguien y me dice: «¿Te pasa algo?» o «Te estas aburriendo, ¿verdad?», cuando en realidad no es así. Me lo paso bien pero no siempre tengo necesidad de «desmelenarme» (con mi corte de pelo es francamente difícil). Otras veces si lo hago, pero la diversión, según yo la entiendo no está biunívocamente asociada al alboroto, el ruido y los brincos.
Y desde luego no tiene nada que ver con el consumo de alcohol. Aunque no es el caso en mi entorno habitual, no hay nada más patético que los chistes de borracho, de una risa que acompaña a cualquier cosa con gracia o sin ella. Aunque me he emborrachado varias veces en mi vida, siempre ha sido por error de cálculo sobre mi resistencia y en ninguna de esas ocasiones me lo he pasado bien. Por el contrario los recuerdos son mas bien desagradables, así que aunque quizás solo sea por un reflejo condicionado sin relación con la virtud, suelo beber poco y no tengo reparos en pasarme pronto a los refrescos o al agua.
Divertirse ‘cuando toca’ no es interesante. Se trata solo de seguir la corriente y a mi me cuesta seguir la corriente de buen grado. Lo realmente divertido es montar una juerga cuando los demás tienen que trabajar. Tener el día libre en medio de la semana, encontrar las tiendas abiertas y los restaurantes y los espectáculos casi vacíos, sin aglomeraciones. Montarse una juerga y tirar de matasuegras, gorrito ridículo, bufanda chillona y bailar la conga o los pajaritos sin venir a cuento entre el asombro, la compasión o la envidia de los demás.
Yo creo que si se tiene la capacidad de divertirse de forma autónoma, sin necesidad de seguir el ritmo que marca la sociedad, se es independiente y autosuficiente en materia de ánimo por lo cual es muy difícil sucumbir a las depresiones, temer al fracaso, amedrentarse ante la vida.
Lo que pasa es que no saber divertirse cuando los demás están alegres, compartiendo su alegría y disfrutando por que son felices las personas que queremos, tampoco es nada recomendable. Por eso, aunque me cuesta, procuro aplicarme ya que al fin y al cabo lo saludable es hallar el equilibrio.
Nota: Editado el 30/12/2023 para actualizar el sistema de inserción de vídeo.
Creo que podría suscribir este post, me pasa lo mismo :)