Ayer asistí a una conferencia que podría calificar sin duda como feminista, promovida por el Forum de Empresarias y Directivas. La ponente, Marta Selva es presidenta del Institut Català de la Dona, profesora, Licenciada en Historia y militante activista feminista. Su discurso fue político, estereotipado y monótono, carente de atractivo y de fuerza. No solo por el contenido, sino básicamente por las formas, aunque de las cosas que dijo, con unas estoy de acuerdo y con otras no.
Como resumen, se podría decir que las mujeres valen mucho, pero ellas ya lo saben. Hace falta que lo digan los demás (es decir, los hombres y demás opciones), que también lo saben. Para ello hay que «abrir espacios de reconocimiento» usar un «lenguaje igualitario» (que consiste básicamente en citar ambos géneros) y desarrollar políticas igualitarias, osea de discriminación positiva. Su discurso no era radical y repitió que esas reformas no son en beneficio de las mujeres sino de la sociedad ya que el modelo actual es insostenible y en él tampoco los hombres podrán seguir viviendo.
Puede que no existan o Marta Selva no las conozca, pero a mi me habría gustado oír alguna sugerencia creativa y no una sarta de manidos tópicos.
A la salida comentaba que esto del feminismo es como el comunismo. En teoría es lo mejor del mundo: todos iguales a cada uno según necesita. Pero cuando se lleva a la práctica, acaba en una dictadura monstruosa. Por supuesto que esto no nos debe incitar a renunciar a un mundo mejor, pero este no vendrá de la mano de unos tópicos generalistas por muy bienintencionados que sean.
A mediados del siglo XIX el proletariado inició la reivindicación de sus derechos. Un siglo después empezaron a verse en algunos países los frutos de esta lucha y el «estado del bienestar» se cita como una realidad deseable. A finales del siglo XX todas las fuerzas políticas integraban en sus objetivos aquellas reivindicaciones básicas de los obreros. A nadie se le ocurre hoy discutir la necesidad de establecer una jornada laboral -aunque se regatee en su duración- condiciones de trabajo saludables, proscripción del trabajo infantil, etc. Las verdades contenidas en las reivindicaciones socialistas han tardado unos ciento cincuenta años en ser asumidas aunque no ciertamente conseguidas en su plenitud.
El movimiento ecologista, que defiende la protección medio ambiente, apareció como tal a mediados del siglo XX y en su último cuarto ya había tomado cuerpo y auge. A principios del siglo XXI ningún movimiento político con deseo de respaldo popular se opone frontalmente a las tesis ecologistas y las ha asumido en su ideario, proponiendo en mayor o menor medida una sociedad «sostenible» que proteja la biodiversidad, ahorre energía y nos llene de paz, amor y flores como si fueran auténticos hippies.
Ya que esto ha ocurrido en cincuenta años, se diría que la velocidad a la que la clase política asume las exigencias sociales es mayor y podríamos atribuirlo a la incidencia de los medios de comunicación, a la movilización social, a la concienciación y el amento de la participación derivado de la sociedad del ocio….yo podría creer que todo o alguno de esos factores tiene una incidencia en esa asunción de valores si pensase que es sincera. sin embargo pienso que -lamentablemente- los políticos están dispuestos a asumir cualquier estrategia, cualquier slogan o cualquier técnica de marquetin que les conduzca antes a la poltrona, porque desde el siglo XIX si hay algo que ha cambiado es que el éxito, la riqueza y el poder no son aplazables, todo el mundo quiere todo, ahora y a cualquier precio.
Las ideologías son aquellas tonterías por las que se mataba la gente antigua, hoy se sustituyen con ventaja por la tolerancia (si no le gustan mis principios tengo otros) y por la regla de oro: el que tiene el oro hace las reglas. Una situación con la que la mayoría parece sentirse cómoda porque le permite seguir paciendo.
La mayor parte del feminismo que vemos y oímos no es otra cosa que la cantinela de los políticos -perdonen por no ser igualitario en mi lenguaje, pero me refiero a los políticos de cualquier sexo- para el mercado femenino y la trivialización del análisis del papel de las personas en la sociedad que nos explota a todos hasta el tuétano de forma perfectamente igualitaria.
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