El lunes por la mañana yo me fuí de nuevo al archivo y Mercedes a pasear por Roma. Habíamos quedado que al salir del archivo iria a dejar la cámara y los papeles a la residencia y luego nos encontraríamos en el centro en algun sitio para comer. La llamé y quedamos en el Panteón.
Ir desde el Palazzo dell’Aeronáutica a la residencia me costó tres cuartos de hora, entre lo que tuve que esperar al autobús 649 y el monumental atasco de tráfico. Para ir al centro pensé que lo mejor sería tomar el metro, pero no había ninguna parada próxima al Panteón y entre bajarme en la Plaza Barberini después de un trasbordo o en bajarme en Plaza Cavour a donde el metro me llevaba directamente. Después de hacer esto último y recorrer medio centro de roma a pie, al medio día, hambriento y bajo el sol, todavía me encontré a Mercedes harta de esperar. Además según Via-Michelín me equivoqué de medio a medio pues mientras que de Cavour al Panteón hay 1,9 Km. de Barberini al mismo sitio son 1,1 Km. Como ya había dicho, son los inconvenientes de no contar con internet en cualquier sitio y en toda situación.
Nos sentamos a comer en un restaurante que ella había visto con unos menús y unos precios muy interesantes. Se llama ‘La Maddalena’ y está en la plaza del mismo nombre. Pedí una cerveza y Mercedes un agua yo tenia una sed bárbara y me bebí la cerveza de un trago según la pusieron en la mesa. Craso error. Mercedes quería probarla. Otra linea en el libro de las cosas que nunca jamás serán olvidadas…
Después de la comida nos tomamos un helado de una pequeña heladería de la via Panteon, que figuraba en la guía como una de las más antiguas y buenas de Roma. No repetiré como estaban los helados porque en Roma no he probado ninguno que sea malo o regular.
Dedicamos la tarde a pasear por Roma y casi a despedirnos de la ciudad visitando los sitios que mas nos habían gustado como la fontana de Trevi y encontrando aún otros nuevos como el Campidoglio. Al anochecer nos fuimos al Trastevere donde Mercedes tuvo que sentarse en una plaza porque tenía los pies destrozados.
Queriamos cenar pizza y estuvimos recorriendo tres o cuatro pizzerias intentando elegir la mas adecuada. De alguna manera tuvimos la obcecación de ignorar todas las señales de alarma y fuimos a meternos en la que sin duda era la peor elección. El local estaba vacío, a pesar de que otros tenían abundante clientela. La primera que nos hicieron fue cuando pedimos dos cervezas traerlas grandes. Nos cobraron dos euros por cubierto por unos trocitos de pan duro que pusieron de ‘aperitivo’ y las pizzas tenían unos componentes tan escasos que parecían masa con queso y algún elemento de adorno. Es sin duda difícil encontrar en Roma un sitio que hagan mal las pizzas y nosotros tuvimos la habilidad de encontrar el peor.
Hicimos un esfuerzo para que el incidente no nos amargase la noche y de allí nos fuimos al bar de Makram, nuestro amigo egipcio, que se alegró lo indecible de vernos y se lamentó de nuestro tropiezo en la cena reprochándonos que no le hubiéramos consultado porque nos habría indicado la mejor pizzeria de Roma.
Pedimos unos dulces y un vino ‘frisanti’ pero nos recomendó otro. Nos sirvió un ‘Vino Santo del Chianti Classico’ que es un vino dulce exquisito, que me recuerda mucho el vino dulce de Garnacha que hacen en el Ampurdán, pero este era algo más suave y entraba de miedo. Allí estuvimos hablando y bebiendo, se empeñó en ponernos varias raciones de dulces y de vino aunque nos advirtió que solo nos cobraría la primera y en realidad luego no quería cobrarnos y además nos quería regalar una botella de un vino que eligió cuidadosamente y que no dudo que sería una maravilla. De ninguna manera se lo permitimos, el vino porque con las actuales normas de paranoia en la aviación civil era casi seguro que no podríamos llevarlas en el equipaje de mano y la cuenta insistimos en pagarla bajo el argumento de que ‘los negocios son los negocios’. Nos despedimos, pero si volvemos a Roma por cualquier motivo estoy seguro que el Bar Fidelio de Makram, en la Via de Stefanachi 5 del Trastevere va a ser el primer sitio que visitemos.
Al día siguiente Mercedes tenia los pies para pocos paseos y resignada, me acompañó al archivo. Pagamos la cuenta y llevamos las maletas a la sede de la Casa dell’Aviatore que hay en el complejo del Palacio de la Aeronautica, mucho mas próxima a la estación de Termini.
En el Archivo no tuve ocasión de despedirme de Paolo, aunque en previsión lo había hecho el día anterior y si me despedí de Barlatani, el Tte. Coronel que tan amablemente me había atendido los cuatro días que estuve allí. Espero que tendremos otras ocasiones de vernos pues creo que me queda mucho por ver en el archivo del Ufficio Storico.
Buscamos un restaurante para comer en el barrio donde se encontraba el hostal en el que habíamos pasado los dos primeros días y antes de pedir le preguntamos al camarero si podríamos comer en media hora, porque teníamos que salir de allí a las tres. Nos dijo que sí y pedimos. Un cuarto de hora después no había dado señales de vida y veo que sale del local y se va calle arriba, por lo que fui a hablar con el dueño. El dueño se alteró el camarero volvió y se alteró mas y me decía que hacía solo cinco minutos que había pedido y yo le decía que era un cuarto de hora, que tenia prisa y había mirado bien el reloj y el me decía que lo tenía adelantado. No sé que tendrá que ver que mi reloj fuera adelantado para saber cuantos minutos habían pasado, pero en fin, conseguimos que nos trajera la comida y toda de una vez. Me da la impresión de que lo hizo por molestar, pero a mi me vino de perlas, pude comer en veinte minutos y solo salimos a las rtes y cinco del restaurante. El resto de la tarde todo fue estupendamente, recogimos el equipaje y tomamos el autobus al aeropuerto, nuestro avión salio a su hora y en Girona nos recogieron Bea y Albert, su novio y nos fuimos a Figueras. Nos encontramos con Roberto en el McDonals y hicimos una cena familiar de comida basura mientras contábamos las novedades y nuestros niños nos preguntaban ‘que les habíamos traido’.
Hoy me decía Juan Jesús que me ha costado tanto escribir nuestra estancia en Roma porque esto no es un blog, sino un diario. Naturalmente tiene razón. Si miro los artículos del blog hay algunos que son propios de un blog, expresando opiniones sobre diferentes cuestiones y otros son auténticas páginas de diario personal. Podría separar mi blog de mi diario, pero creo qe a mi me gusta ir escribiendo las cosas como me salen, tal y como se las contaría a los amigos y familia si los tuviera a mano cuando me pasan o se me ocurren.
Ahora que ya he acabado con el viaje a Roma y he subido las fotos a Flickr, a ver si me da tiempo de ilustrar los artículos con algunas de esas fotos.