Vasos comunicantes

El lunes o martes me llamó por teléfono José Ramón Bellaubí, el paciente constructor del mosca de La Senia. Me dijo que iba a estar en Murcia por razones profesionales el día 27 y se iba a quedar hasta el 29 para asistir a una comida de compañeros con otros Reservistas Voluntarios de la Armada. El caso es que había oído hablar de un constructor que estaba haciendo un avión en San Javier y se preguntaba si yo podría ponerle en contacto en él para intercambiar algunas ideas.

Para mi fue una suerte y una oportunidad de asistir al encuentro frente a frente de dos prodigios de la cultura aeronáutica actual y naturalmente le dije que no solo haría la gestión sino que tendría el gusto de acompañarles.

Al ponerme en contacto con Antonio Marroquí aceptó encantado pues también deseaba conocer al José Ramón cuya fama se ha extendido por el Levante y otras tierras de España.

Antonio está construyendo un Romeo-42, un caza biplano italiano de la década de los treinta que cumple un requisito fundamental que es pertenecer al grupo de aviones de los cuales no existe ni un solo ejemplar superviviente y que por tanto merece que un aerotrastornado con la habilidad y el entusiasmos suficiente se dedique a revivirlo. Por supuesto a Antonio, mecánico de aviación en el Ejército del Aire le sobran esas y otras muchas cualidades tanto en calidad como en cantidad.

Con el apoyo indispensable de su familia ha creado los planos a partir de manuales e información escasa, ha colaborado con un grupo italiano que pretendía la misma misión y que parece ser que ha desistido, ha dedicado miles de horas a la construcción y ha comprado un garaje porque en el que tenía ya no le cabía su proyecto, en el que además ha invertido miles de euros en materiales. Y todo esto sin ningún tipo de interés comercial ni subvención o aporte pecuniario alguno.

El dia 28 por la mañana quedamos en La Ribera y en cuanto se conocieron, no dejaron de hablar en una conversación que se desarrollaba en perfecta sintonía, un salir las palabras a borbotones y una emoción que luego describiría Jose Ramón de esta forma: fue como descubrir que «en marte hay vida»¡¡

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Visitamos el garaje que sirve a Antonio de hangar y que ha tenido que comprar expresamente para alojar l avión. A pesar de ello tiene que hacer auténticos malabarismos para montar las alas o para sacarlo.

Allí les dejé para volver a Murcia: no era cuestión de llegar tarde a comer el día del cumpleaños de Mercedes, pero me habría quedado encantado con ellos oyéndoles toda la tarde en realidad trasvasando su nivel de conocimientos aeronáuticos hasta alcanzar un nivel homogéneo como los ‘vasos comunicantes’.

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