Entre los días 15 a 18 de mayo tuvo lugar en Barcelona el 32 Salón Internacional del Cómic. Aunque no me cabe duda de que a este tipo de eventos se disfruta más de la visita en día de diario, como otros tantos currantes agradecidos y quizás agraciados por serlo, no pude ir ni el jueves ni el viernes, así que me acerqué a Barcelona el viernes, lo que tuvo el interés añadido de que pude visitarlo con mi hijo, que estudia en la ciudad condal.
No quería contar que las entradas no me parecieron baratas, pero si que me pareció indignante que además cobren un euro y medio por ‘gastos de gestión’, es decir por sacar las entradas por internet. Claro que hay cosas peores, como la pretensión del El Corte Inglés esa gran empresa que no sabe como funciona internet, de que me pasase por uno de sus centros a buscar las entradas que compraba por Internet. Si pudiera ir a uno de sus centros, ¿Para qué quiero comprar las entradas por internet?. Por suerte a través de la propia web de la organización había otra taquilla electrónica que , eso si, pagando los consabidos tres medios euros, te enviaba las entradas en PDF para una fácil impresión con tu tinta y tu impresora.
El sábado temprano tomé el AVE hasta Barcelona y en la estación me recogió Roberto para bajar andando hasta la Feria de Muestras, donde se celebraba el Salón.
La primera sorpresa, que en realidad fue un susto y casi se convierte en un drama, consistió en comprobar que la cola de los que acudían con entrada era aún más larga que la de los que esperaban comprarla en las taquillas. Creo que en aquel momento pensé que si lo llego a saber cuando compré las entradas, me quedo en casa. Tuvimos que bajar desde Plaza España por la avinguda del Paral·lel hasta el cruce con la calle de Lleida para encontrar el fin de la cola, dentro de la cual volvimos a subirlo hasta la puerta de acceso en Plaza España. Después de todo no fue tan dramático, solo fueron unos veinte minutos de cola y eso porque el acceso no estaba muy bien organizado.
Una vez dentro empezamos a disfrutar de la visita. Rápidamente hicimos una pequeña clasificación personal de los expositores. Están por un lado las tiendas de coleccionismo friki. Máscaras, llaveros, vídeos, disfraces, figuras y todo tipo de parafernalia relacionada con el mundo de los personajes dibujados. Luego vienen los vendedores cómics, nuevos o usados, librerías o editoriales, básicamente venden cómics, tebeos o novelas gráficas, según el término que prefiramos usar. Hay ‘otros vendedores’ que se dedican a materiales, productos y servicios diversos, desde rotuladores o cursos de dibujo o bocadillos y fuentes de chocolate.
Y por último está lo que yo considero la parte más interesante y que es en realidad el motivo de mi visita: las exposiciones de originales. Realmente lo que más disfruto del salón del Cómic es poder observar de cerca los originales viñetas y páginas en diversas técnicas de grandes artistas, como Hernández Palacios al que en mis tiempos leía en ‘Trinca’; de conocidos superhéroes como Batman, o de autores noveles o consagrados más minoritarios. Esa exposición es una auténtica escuela de dibujo y observar las pinceladas, las correcciones, los bocetos y los encuadres de los autores de éxito (creo que al exponer en el salón ya pueden denominarse así) me produce una gran satisfacción. Realmente si fuera solo pasaría el doble de tiempo en el salón deteniéndome en cada dibujo y empapándome de tantas imágenes fabulosas.
El recurso de fotografiar para poder disfrutar de ellas rememorándolas en casa no es muy efectivo debido a que la iluminación de una muestra tan amplia siempre resulta complicada.
La otra parte de la última parte son las exposiciones de material y otros eventos relacionados con el tema del salón. Esn este caso el tema del salón era el cómic bélico y una serie de espacios de exposición estaban dedicados a Grupo de Reconstrucción Histórica (reenacting) con la presencia de un grupo sobre la Batalla del Ebro, los amigos de «La octava» y otros sobre la guerra de Vietnam. También había un grupo de los ‘Miquelets’ dedicado a la guerra de sucesión en el 300 aniversario de la toma de Barcelona por las tropas del pretendiente borbónico o los amigos de ADAR, la Asociación de Aviadores de la República. En fin en este apartado había algo sobre guerra, sobre todo desde el punto de vista histórico y poco de cómics, pero era bastante espectacular y entretenido.
El epílogo de lo que pudimos ver fueron los frikis que venían con sus disfraces de personajes de cómic, con la fe de auténticos ‘otakus’ japoneses, se veían un poco desplazados entre una multitud mediterránea que los miraba con asombro y curiosidad y a veces les hacía felices pidiéndoles hacerse una foto con ellos. Algunos disfraces eran realmente fascinantes, pero otros muchos eran realmente penosos y patéticos.
Ya he dicho que la parte comercial no era la que me resultaba más atractiva, pero aún así me acerqué al puesto de Norma editorial para ver a que precio estaban los albunes que me interesaban, relacionados todos ellos con la aviación. Mi sorpresa fue mayúscula al comprobar que incluso con el ‘descuento’ del Salón, me salían más caros o al mismo precio que en Amazon. De forma que en el apartado «consumismo» solo nos apuntamos la compra de unos rotuladores y una lámina de la «Ladrona de Carne» firmada por el mismisimo Niko, autor de la serie.
Ahora a esperar el salón del año que viene y a entretenerme dibujando.