Entre el alud de mensajes de felicitación navideña, un amigo me decía en uno: «Que sea un gran año para todos, que digo yo que nos lo merecemos…»
Y sin poder remediarlo le he tenido que contestar:
«Siento no poder coincidir contigo. Yo espero que a «algunos» les vaya de pena, dejen de ganar dinero a espuertas a base de jorobar al prójimo, que no solo se les hundan sus lucrativos negocios sino que se demuestre su naturaleza delictiva y las condenas sean largas y penosas, que no puedan esconder el dinero para comprar favores o perdones y que les resulten atractivos a los peores y más peligrosos bujarrones del presidio, que con el trajín les revienten las almorranas y del dolor no puedan dormir, pero cuando lo consigan, les atosiguen las pesadillas y los remordimientos por todo el daño causado y que no sean creyentes para que no piensen que en el otro mundo un Dios bonachón les va a perdonar sus pecadillos.
Porque no, no todos nos lo merecemos, por eso alguien añadió a su felicitación de Navidad lo de «para todos los hombres de buena voluntad».
Y es que hasta en Navidad hay que guardar un poco de mala leche para aquellos que la merecen. Para los amigos, no, para los amigos, nuestros mejores deseos.»
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