Hoy día 4 de mayo es el centenario del primer vuelo de un aeroplano en la provincia de Girona. Fue con motivo de las Fires i Festes de la Santa Creu en Figueres el 04 de mayo de 1912. El piloto francés Monsieur Henry Tixier voló con un Bleriot XI delante de 15000 personas.
El hecho no fue una hazaña heroica como un largo vuelo de descubrimiento y aventura, sino una atracción de feria con motivo de la Fiesta Mayor, que aquí se celebra para las Cruces de Mayo, la Santa Creu, aunque sí suponía una novedad tecnológica espectacular. No entraré en detalles sobre las circunstancias del evento, relatado en varias ocasiones, en algunos artículos y publicaciones locales por el Sr. Bernils, cronista que fue de la ciudad.
Teniendo en cuenta que hoy en día Figueres cuenta con unos 40000 habitantes pero hace cien años eran bastantes menos, unos once o doce mil. Con este dato sorprende aún más la afluencia de público a un acto de ferias. Más publico que la población de la ciudad. Figueres es la capital del Alt Empordà, Aunque a través de la historia le ha ido arrebatando ese puesto a la capital de la época condal, Castelló d’Empuries ya en el siglo XIX se convirtió en el centro de la comarca como foco de comercio y cultura. Por tanto a sus fiestas acudían y acuden muchas gentes de las poblaciones vecinas. Aún considerando esto creo que la asistencia no solo fué enorme, sino que si la comparamos con los actos de ferias de hoy en día, supera a todos los que yo pueda recordar. Hoy tendríamos que encontrar un acto con una afluencia de unas 50000 personas para que fuera algo similar. Y os aseguro que ni siquiera los eventos etílico-musicales del ‘Embarracat’ cuentan con tanto público.
Eso me lleva a pensar que quizás estamos perdiendo la capacidad de asombro y el interés por el progreso. En un mundo donde las novedades comerciales alcanzan pronto a la ciencia ficción, parece que no hay nada extraordinario o que no queda nada por descubrir y la atención del público se desvía a cuestiones banales como los caprichos y excentricidades de figurines ascendidos a famosetes en espectáculos televisivos degradantes que a base de exhibir la monotonía de la intimidad, consiguen audiencias desorbitadas, igual que los modernos espectáculos de circo que suponen el popular deporte del balón.
Es posible que los logros de la ciencia, la tecnología y la cultura no sean hoy tan espectaculares y románticos como hace un siglo podía serlo el vuelo de un frágil aeroplano. Yo he visto volar un avión del mismo modelo en Duxford y os puedo asegurar que no parece otra cosa que un milagro de prestidigitación en el que uno espera adivinar a ver los hilos que mantienen una cosa tan frágil en el aire, pero el vuelo de la enorme masa de un avión de linea aproximándose a la pista del aeropuerto impresiona tanto o más y reune cerca de la cabecera solo a dos o tres aerotrastornados.
La cantidad que se pagó al piloto también fue una suma considerable para la época, que no voy a comparar con los presupuestos municipales para las fiestas de este año, pero quiero destacar que resulta inmensamente cuantiosa en comparación con la atención que se dedica a la innovación y la tecnología en nuestra ciudad, que esta dejando pasar el tren de un parque tecnológico en un momento en el que no solo podría aliviar la situación actual, de clara recesión, sino que supondría una garantía de crecimiento, un foco de riqueza en un sector no contaminante, que crearía empleos de cualificación alta y media, con buenos sueldos y prometedor futuro.
Así que la reflexión a la que me impulsa el recuerdo de aquel primer vuelo y la ilusión de los ampurdaneses en observar las maravillas de la tecnología, es que deberíamos abandonar de una vez la autocomplacencia del siglo XIX en el que parecemos habernos instalado y saltar de una vez al siglo en que vivimos para resolver nuestros problemas con fórmulas inteligentes, innovadoras y atrevidas en lugar de aferrarnos a modelos económicos caducos, nostálgicos y provincianos.
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