La confección de listas es un subgénero de la escritura de blogs que algunos elevan a la categoría de virtud. Siempre y cuando no se confundan con los dogmas de fe, son una buena oportunidad para la reflexión.
En estos tiempos agitados son muchos los que buscan trabajo y las recomendaciones para escibir adecuadamente el curriculum vitae, dar una imagen apropiada en las redes sociales o salir airoso de entrevistas de trabajo, son abundantes.
Entre ellas, el otro día me llamó la atención un artículo en Mashable, que proponía una lista con cinco formas de fastidiar una oportunidad de trabajo a través de la entrevista. Os ofrezco aqui mi interpretación de las mismas.
1. Fallar por teléfono
Te llaman y no estás, coge el teléfono la «Queli» y dice que no te conoce, que se han equivocado, o se te ha acabado la batería del móvil, te lo dejaste en casa o no tomas nota de la dirección o la hora o no la apuntas en tu agenda. El representante de la empresa tiene un evidente acento latinoamericano y creyendo que es otra oferta de telefonía movil le dices que no te interesa, le insultas y le mandas a la mierda con palabras gruesas.
2. Hablar de otras ofertas
Céntrate en la empresa para la que estén entrevistándote, olvida otras ofertas y no hables de ellas, todo lo que debes mostrar es interés por los que van a contratarte o podrías dar la impresión de que ya has decidido trabajar para otro, pero que estas haciendo la entrevista por cortesía o para negociar otro trabajo.
3. Dar demasiada información
No hables de temas ajenos a la entrevista, no cuentes anécdotas, no divagues, no cuentes experiencias aunque creas que te dejan muy bien, en castellano hay un sabio refrán que dice «por la boca muere el pez». La mejor respuesta es la que da la información solicitada, de forma precisa, con el mínimo número de palabras.
4. Hablar mal de jefes o clientes anteriores
Quien habla mal de otros, mañana hablará mal de ti y quien atribuye a otros las culpas, puede ser que rehuya la responsabilidad o no asuma sus propios errores, quien no es leal con quien le dio empleo, no lo será con los que le den empleo en el futuro. La regla de oro es «si no puedes decir nada bueno, no digas nada».
5. Mostrarse engreído
El artículo de Mashable cuenta que un entrevistado dijo que si no le contrataban era porque no sabían lo que hacían. Es un buen ejemplo de lo que puede ser una actitud engreída, pero hay otros. Lo mejor es dejar que otros hablen de nuestros méritos, aquellos que se creen mejores a os demás no gustan a nadie. Y el hecho de que realmente lo sean, no soluciona el problema.
Y hasta aquí los consejos de Mona Abdel-Halim, autora del artículo, desarrollados con mis palabras. Pero no puedo resistir la tentación de añadir los míos propios.
6. Preguntar por el sueldo
Creo que lo peor que puede hacerse en una entrevista de trabajo es preguntar cuanto se va a cobrar. Lo correcto es que te lo digan, pero esa no debe ser la preocupación del candidato. Este debe mostrar lo que la empresa obtendrá y como contratarle puede ayudarles a cumplir con su objetivos. Como escribió Dale Carnegie «el único medio de que disponemos para influir sobre el prójimo es hablar acerca de lo que él quiere, y demostrarle cómo conseguirlo».
7. Mentir
Nunca se es completamente sincero, pero en este contexto, mentir no es mostrar el lado positivo de los hechos o no mencionar los aspectos negativo de nuestras opiniones. Mentir es hacer aseveraciones falsas, fingir sentimientos o negar hechos. Las mentiras siempre se vuelven contra nosotros y son una muy mala inversión. Si dices que puedes aportar algo a la empresa, que deseas trabajar en ello o que te interesa el sector, sencillamente tiene que ser verdad.
8. Bajar la mirada
Los humanos son capaces de determinar donde mira otra persona con mucha precisión. Mirar a los ojos es un gesto de sinceridad, pero puede ser también de desafío, mirar a la boca del que nos habla indica atención. Aunque en este aspecto hay que tener en cuenta las cuestiones culturales de la mirada, lo que no debe hacerse es bajar la mirada, signo de temor, inseguridad o falta de sinceridad, mirar al frente como un robot ausente o pasear la mirada erráticamente por toda la estancia.
Seguramente hay algunas más, os invito a que penséis cuales y las escribáis en los comentarios. Aunque espero que puedan ser útiles, ninguna de estas cosas va a garantizar el éxito de una entrevista de trabajo, ni va a suplir el entusiasmo o la preparación del candidato a un puesto. Las fórmulas mágicas no existen y a veces los buenos puestos de trabajo no están donde creíamos, pero sobre todo para esos empleos donde se trabaja poco y se cobra mucho con pocas responsabilidades y un horario excelente, no se hacen entrevistas.
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A mi la 6 me sorprende que haya gente que pregunte lo que va a cobrar…
En cambio una pregunta MUY frecuente en entrevistas es que te te insten a que les digas que crees que deberías cobrar en ese puesto, o lo que te gustaría ganar desempeñando ese trabajo… Es una pregunta muy violenta a la que responder con una cifra es una trampa. A mi parecer se debería responder con un: «lo que ustedes estimen adecuado según su evaluación de mis capacidades y las responsabilidades a adquirir y ejecutar en el puesto de trabajo» o algo por el estilo. No se que opináis?
Efectivamente, no solo es una pregunta trampa sino que además es tramposa.
El que vende no pude pedir un precio al que compra. La ‘oferta’ debe llevar implícito un precio. El que toma la decisión ejerce un abuso de su posición predominante al delegar la fijación del precio. O al menos el que no tiene la posición dominante no puede dejarse atrapar en esa trampa tan burda y tan poco ética.
Lo más hábil es responder en el sentido de que el dinero no es importante, que lo que realmente te interesa es la oportunidad de poder contribuir al proyecto de la empresa y que aunque eres un profesional y evidentemente trabajas porque te pagan, valoras especialmente un ambiente de trabajo agradable y un apoyo y un reconocimiento por parte de la empresa que te de la oportunidad de crecer y asumir nuevos retos, y que si en el improbable caso de que transcurrido un tiempo prudencial sintieras que tu trabajo no estaba realmente valorado, se lo harías saber a tus jefes en la seguridad de que entonces, después de haberte visto trabajar, tendrían más información para tasar tus servicios.
Y todo aderezado con una sonrisa, aplomo y -ahora si- mirada a los ojos que acaba en los labios del interlocutor para mostrar atencion a su respuesta.