Cuando nos alejamos de Tarascon desapareció la lluvia como si el mal tiempo estuviese localizado exclusivamente en ese lugar. Al llegar a Ax les Thermes buscamos un sitio donde aparcar y lo encontramos en una plaza frente a unos extraños locales que comprobamos con sorpresa se trataba de los remontes a unas pistas de esquí.
Ax les Thermes es uno de esos pueblos convertido por mor de sus fuentes termales en estación de recreo en épocas pasadas que conserva de aquellos tiempos una aspiración cosmopolita, algunos edificios singulares y también algunos comercios cerrados superados por el tiempo. Sin embargo yo diría que ha sabido adaptarse bastante bien a los nuevos tiempos y bien sea por el esquí o por la renovación de sus establecimientos de baños se ve un lugar vivo.
Nada más bajar del coche tuve una experiencia impactante. Necesitaba urgentemente ir al servicio a mear y supuse acertadamente que el edificio del telecabina tendría urinarios.
Al entrar en el de hombres vi que el urinario estaba a menos de medio metro de la puerta y resultaba casi imposible usarlo sin que cualquiera que hubiera abierto la puerta me golpease con ella. Mas allá a la derecha había un lavabo alargado como un abrevadero con dos grifos y a la derecha dos puertas de retretes. Estos eran modernos, formados por mamparas que no llegaban al suelo.
No dudé en abrir el que tenía el picaporte en posición de ‘desocupado’, pero al tocar el picaporte me llevé una desagradable sorpresa al encontrarlo mojado. Me dio un asco horrible e intentando no pensar en qué tipo de fluidos orgánicos podrían haber llegado a ese picaporte, entré en el retrete y buscando el dispensador de papel higiénico vi que era uno de esos para rollos de gran diámetro que tenia el extremo del papel casi escondido.
Al echar mano al papel no hizo sino aumentar mi conmoción pues el extremo del mismo ¡también estaba mojado!. Casi histérico de asco saqué más papel hasta encontrar un fragmento sin rastros de humedad, frotarme con él las manos compulsivamente y a continuación liberar a mi vejiga de la presión que me había llevado a ese horrible lugar.
Al salir de aquel agujero no pensaba en otra cosa que en lavarme las manos y entonces me dí cuenta de que ni en aquel inmenso lavabo ni en sus alrededores había nada para secarse las manos después de lavadas,… e inmediatamente comprendí como se había mojado el picaporte y el papel, al buscar un usuario anterior una improvisada toalla en el papel higiénico. Me lave las manos y me sequé con mi pañuelo y salí de aquella pesadilla doblemente aliviado.
Aún me llevaría otra sorpresa en aquel pueblo. Al observar el mosaico del suelo, Mercedes se dio cuenta que algunos fragmentos tenían números grabados. Su curiosidad profesional hacia los materiales y las técnicas de construcción le llevó a buscar más ejemplos y comparando unos y otros llegó a la conclusión…de que se trataba de trozos de lápidas de cementerio reaprovechadas en la pavimentación de la calle. Un detalle algo macabro del que otros fragmentos no dejaban lugar a duda.
De vuelta a la plaza donde habíamos aparcado encontramos una fuente pública donde era prácticamente imposible meter la mano sin quemarse de lo caliente que salía el agua.
Nos montamos en el coche y tomamos de nuevo la carretera hacia Saint Pierre. Esta vez tras el túnel el tiempo era algo más nuboso, pero se mantuvo sin descargar lluvia. Pasamos por Carol y nos detuvimos a hacer unas fotos a las torres del castillo en ruinas. Todos pensábamos que eran aquellas torres las que daban nombre al pueblo de Latour de Carol, pero este se encuentra unos kilómetros más adelante y recibe su nombre de una torre defensiva hoy inexistente, Carol es una aldea formada por casas de piedra restauradas o construidas nuevas aparentemente como segundas residencias y hoy en ia Latour de Carol es la población mas importante del valle que recibe el nombre del rio Carol.
Latour de Carol es conocido por su estación internacional, una curiosidad ferroviaria ya que tiene tres anchos de vía diferentes: el español, el francés y el que corresponde al ‘Train Jaune‘, el tren turístico de la Cerdaña. El ramal de ancho de vía español une esta estación con la de Puigcerdà convirtiéndola en uno de esos lugares de intercambio de viajeros que cuando existían las fronteras en Europa tenía el misterio de los puestos fronterizos, el ambiente cosmopolita y las historias de contrabando.
Antes de llegar a Saint Pierre aún nos llevamos otra sorpresa. Pasado Saillagouse, subiendo hacia Mont-Louis, nos hemos encontrado la carretera cerrada por una linea de bloques blancos y azules sin mas explicación y unas señales de dirección obligatoria hacia Font-Romeu. Sin más remedio fuimos en esa dirección a dar un rodeo que habría sido mucho menos si hubiéramos sabido eso cuando hemos atajado a través del término de Llivia.
Después de un rodeo y de haber visto de cerca el horno solar de Odeillo de Font-Romeu, llegamos, por carreteras estrechas y llenas de curvas, al Coll de la Perche donde estaba el otro extremo del corte de la carretera y desde allí seguimos hacia la cena, la partida de cartas y el sueño y el descanso.