Carcassonne

El domingo amaneció un día espléndido y tuvimos ocasión de disfrutar el día mas pintoresco del viaje. La idea era salir de Saint Pierre con el equipaje en el coche, subir por los desfiladeros del rio Aude hasta Carcassone y después de visitar la ciudad volver a Figueres por la autopista.

Aunque la salida era por una carretera ya conocida, la que lleva a las pistas de esquí de Font Romeu, Les Angles y otras de esa zona, el día luminoso permitía apreciar los paisajes, no por habituales menos apreciados. Después de pasar el campo de aviación de la Llagonne, el Lago de Matemale y Puyvalador, límite de la zona más conocida, nos adentramos en las Gargantas del Aude y después en las Gargantas de San Jorge. Tras estos espectaculares paisajes pasamos Axat y Quillan. Hicimos una parada en Couita, donde intentamos tomar algo en el precioso castillo de los Duques de Joyeuse, convertido en Hotel. Sin embargo, a pesar de que el acceso al patio e incluso al salón bar era libre, no encontramos a nadie que nos atendiera, así que después de hacer algunas fotos nos fuimos a buscar otro sitio. Y lo encontramos en un sencillo bar en medio del pueblo, a pie de carretera conde nos tomamos unas cervezas frescas bajo un agradable sol que empezaba a picar un poco antes de volver a la carretera.

Cuando llegamos a Carcassonne nos llevamos la sorpresa de encontrarlo abarrotado de gente. Haber pensado otra cosa siendo domingo de Pascua habría sido de ilusos, pero es que ni siquiera nos lo habíamos planteado. A pesar de ello no nos costó mucho encontrar un sitio en el aparcamiento junto a la entrada de la Cité Medievale y allá que nos fuimos. Nada mas entrar en la ciudad de calles estrechas y dado la hora que era nos fuimos a buscar un sitio donde comer. Fué una idea acertada pues ocupamos una de las últimas mesas en la terraza del «Auberge de Dame Carcas» unos minutos antes de que se cerrase la cocina. Y la experiencia no estuvo nada mal. Unas ensaladas exquisitas de entrante, salvo para mi, que pedí el paté de la casa, hecho de forma artesanal y exquisito como suele serlo en este país. De segundo también puse la nota discordante ya que mientras los demás se pidieron Confit de Canard, yo me pedí un Cassoulet que estaba buenísimo con unas judías que parecían los famosísimos ‘Fessols de Santa Pau‘ y que como aquellos se deshacían en la boca. La comida fue excelente y el precio moderado, solo el primer camarero que nos atendió parecía un poco despistado, quizás por hallarse al fin de su jornada. Sin duda, otro sitio para recomendar.

De allí nos dirigimos a la visita del castillo. Este había mejorado mucho desde la vez anterior. Las salas del museo son ahora mas modernas y espaciosas y presentan la información de una forma agradable y didáctica acorde con los criterios museísticos modernos. Muchas fotos, y más que habría hecho, pero me faltaban manos, cámaras y ojos.En la tienda del museo había un juego de construcción con todas las piezas en madera de una torre de asedio que no me compré porque estoy seguro de no encontrar tiempo para montarla y porque si lo hiciera no tendría donde meterla, pero que me dejó prendado y en un estado de semi-regresión a la infancia en el que me daban envidia los niños que iban correteando por las almenas con espadas de juguete, representando batallas y asedios medievales.

Después de visitar el castillo hicimos un recorrido por la ciudad que seguramente será mucho más interesante sin la marabunta de gente que nos acompañaba. Llegamos hasta la Catedral y finalmente, no sin cierta dificultad encontramos un sitio abierto donde tomarnos un café. Allí me ocurrió una anécdota. Como el local parecía un restaurante, no sabía si tendrían servicio como en una cafetería y cuando ya habíamos entrado al jardín donde estaban las mesas del exterior me volví para hablar con el camarero y preguntarse si era posible ‘tomar solo café’ me dijo que si con una expresión que en ese momento no supe interpretar y al cabo de un rato, cuando creía que venía a tomar nota apareció con un solo café…Pensaba que solo queríamos un café para los cuatro. Deshicimos el malentendido -que me mostró mis limitaciones hablando francés- y nos pedimos cada cual su consumición.

Al salir seguimos paseando ya en retirada y cogimos el coche para volver a Figueres. El viaje, todo por autopista, se hizo corto y sin más turismo que un vistazo al castillo de Salses desde la autopista, llegamos a Figueras agotados pero contentos finalizando asi un viaje en el que no hemos visto tantos castillos cátaros como pensabamos, pero al fin y al cabo nos lo hemos pasado estupendamente que es lo que cuenta. Habrá que programar otra excursión para subir a los castillos.

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