Así es como se dice en el Ampurdán: «cazar setas». No se recogen no se recolectan ni se buscan ni se encuentran, las setas se cazan. En catalán, «caçar bolets».
A mi me encanta ir a cazar setas. Para empezar las setas me gustan tanto en su vertiente gastronómica como plástica. Encuentro que son unos objetos con formas y colores sorprendentes situados en el bosque que es también un entorno fantástico. De forma que aunque solo se trate de pasear por el bosque, el esfuerzo merece la pena. Si además encontramos algo que nos podamos llevar respetando el entorno, mejor que mejor.
Lo de respetar el entorno es importante. La falta de educación de la gente destruye el entorno y la placentera sensación de pasear rodeado por la naturaleza. No entiendo como puede alguien abandonar botellas, latas y otros residuos en el bosque. Incluso aquellos que son ‘degradables’ como una cáscara de naranja deberian enterrarse o disimularse para darles tiempo a degradarse sin afear el entorno.
El domingo fuimos al bosque. No es que pensásemos en coger setas, porque la verdad es que no suele acompañarnos la fortuna en la tarea, pero Nicolás que suele ir a cazar setas con frecuencia y es un gran conocedor de los bosques de los alrededores, sabedor de mi afición por el tema suele llamarme alguna vez para acompañarle.
La semana pasada me regaló unos ceps estupendos, unas joyas dificilísimas de encontrar y que van buscadísimas por sus excelentes cualidades gastronómicas.
Como decía el domingo fuimos al bosque con más ilusión que fe en la victoria, y durante la mayor parte de la mañana las cosas sucedieron como era de esperar. Nicolás y Romi, nuestros guías y acompañantes iban rebuscando en los lugares más insospechados y cazando setas que habían huido de la mirada de los numerosos competidores que circulaban por el lugar o que habían dejado evidencia de su paso. Mientras yo me asombraba de su habilidad y conocimiento, Mercedes intentaba emularlos con un éxito relativo y yo me veía resignado a cazar solo las setas que me saltaban al paso. Naturalmente y como suele ocurrir, las setas no comestibles eran abundantes y de buen tamaño, pero los exquisitos rovellons se ocultaban bajo la capa de musgo y las hierbas.
En un momento determinado me vi solo en un claro del bosque cubierto de espesos matorrales que me llegaban casi a la cintura y justo allí tuve una experiencia casi mística. Muchas veces me habían hablado de situaciones en las que un ‘boletaire‘ encontraba un claro del bosque cubierto de hermosas u abundantes setas, pero lo cierto era que siempre había pensado que se trataba de exageraciones de gente presuntuosa o fantasías más propias del deseo que cercanas a la realidad. Mi experiencia me remitía a largas caminatas por el bosque encontrando una seta aquí y otra allá.
Sin embargo, mi claro del bosque mágico estaba allí y yo no quería moverme seguro de que si lo hacía pisaría alguna preciosa seta o, peor aún, todas saldrían corriendo sin darme tiempo a dispararlas ni una foto. Llamé a Mercedes, pero creyó que lo hacía para controlar nuestra posición a fin de no perdernos y contestó pero no acudió. Yo me puse a cazar las setas más próximas con cuidado mientras vigilaba a las otras y hacía una lista mental para no dejar ni una.
Aún volví a llamar otra vez, pero como no acudieron y no era cosa de hacer aspavientos o exclamaciones que alertaran a la competencia de donde se encontraba ‘mi tesoro’, seguí con la tarea hasta que llené media bolsa de plástico que había sacado del bolsillo para la ocasión.
Contento y satisfecho me fui a encontrar a mis compañeros de cacería para disfrutar aún más con su asombro y conducirlos al claro del milagro, donde sus expertos ojos aún encontraron algunos de los «rovellons» que huyendo de mi caza inmisericorde se habían ocultado bajo las matas o enterrado en el suelo.
El día acabó con un almuerzo campestre, con pan, embutido queso y vino unos muffins de calabaza, de los que , de todas formas, Mercedes dará cumplida crónica en su blog.
Por la noche acabamos de limpiar todos las setas. Limpias y escurridas pesaban 1,7 Kg., probablemente una de nuestras cacerías más fructíferas.
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