El castillo de Kafka

El sábado 26 pensamos que teníamos información suficiente con nuestro viaje en el tranvía 22 durante el partido la tarde anterior como para acometer la visita del castillo de Praga. El día nos demostraría cuan equivocados estábamos.
Tomamos el tranvía que después de una importante subida, sigue paralelo al barrio del castillo. Nos bajamos a la altura de este -primer error- para atravesando la avenida y la entrada de los jardines entrar por el lateral, justo al patio donde se despachan los billetes.
El precio de los billetes no es barato pero es que además te chantajean para que tomes la audio-guía prometiéndote que evitarás la cola de ¡una hora! Para entrar en la iglesia. Para este trapicheo bastaba con alquilar una guía para cada dos. A 400 coronas (20 € aproximadamente) la guía y 250 coronas 6 € la entrada sencilla por persona.

Atardecer

Además de estar realmente abarrotado de gente uno de los principales defectos de todo el conjunto monumental es la falta de sitios donde sentarse. Visitamos el edificio principal donde estaban las salas de reuniones y habitaciones y dependencias que se usaron para oficinas del gobierno, la catedral de San Vito y la torre de la Pólvora.
La calle de oro, un callejón del barrio del castillo en el que vivió Franz Kafka no era visitable por encontrarse en obras. Lo cierto es que no me sorprendió saber que el insigne autor había vivido en aquel castillo ya que el espíritu que se respira me recordaba precisamente su obra “El Castillo” en la que también hay un castillo en el que viven y trabajan los burócratas y los poderosos que gobiernan un pueblo. No me cabe duda de que la situación e historia del Castillo de Praga tuvo que inspirar las tribulaciones del agrimensor K que en la magna obra inacabada intenta en vano acceder a los funcionarios para obtener una justificación de su viaje.
El Museo en la misma no estaba incluido en nuestro pase, y tampoco la pinacoteca. Casi debería decir que por suerte, pues cuando acabé lo que podíamos visitar estaba deshecho otra vez y aun faltaba lo peor del día.
Salimos por donde habíamos entrado (segundo error) para visitar los jardines solo tangencialmente hasta la parada de tranvía anterior a la que nos habíamos bajado del mismo. En el tranvía descendimos hasta la plaza Malostranska. La idea era comer por allí y luego visitar el Puente de Carlos. “Por allí” resulto ser calle arriba hacia el infierno con un sol de justicia en busca de un restaurante recomendado por el Trotamundos. Lo encontramos y comimos muy bien. Una vez allí pensamos en ir a ver la Iglesia de Loreto, a “solo” unos 500 m. No sé si la medición era correcta pero a mi me parecieron los 500 metros cuesta arriba más largos de mi vida. Al llegar constatamos varias cosas: La primera que estábamos más altos que el castillo, por lo que descubrimos nuestro primer error, ya que deberíamos haber llegado hasta allí en tranvía, y tomar aquel como punto de partida de la visita. La segunda que la iglesia estaba cerrada y nos quedamos con un palmo de narices delante de la misma, aunque desgraciadamente no sería la única vez.
Bajamos de nuevo hacia el castillo y de nuevo al tranvía hacia la ciudad. El cansancio, el calor y la fustración hizo estragos en nuestro ánimo y cuando llegamos a la ciudad andábamos un poco susceptibles e irritables sin ánimo para hacer nada ni ganas de hacerlo. Pasado el puente nos sentamos para tomar un refresco y luego relajamos tensiones haciendo unas compras.

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