ADENA es una asociación para la protección de animales. Eso lo sabe casi todo el mundo. Como ocurre a veces en estos casos, tan buenos sentimientos amparan unas prácticas muy poco éticas. Por lo visto los derechos de las personas no son tan importantes como los de los animales.
Hace aproximadamente una semana llamó por primera vez una mujer a mi casa, diciendo que llamaba en nombre de ADENA. Como no tengo relación ninguna con esa entidad le dije que no me interesaba y colgué.
Al día siguiente o a los dos días, volvieron a llamar, y volví a colgar. Después de eso hablaron con Mercedes. Ella es mucho menos expeditiva que yo y, como suele hacer, le dejó que le explicara de donde y para qué llamaba para luego decirle educadamente que no nos interesaba. Le contestaron que tenían que darme una información que yo había solicitado, lo cual es absolutamente falso y así se lo expuso atentamente.
Creo que llamaron otra vez estando mi hijo y es posible que yo les haya colgado alguna más. Esta tarde, en lo más interesante de la serie televisiva de la sobremesa han vuelto a llamar y Mercedes le ha vuelto a explicar que no quería hablar con nadie -era también una mujer- que no había pedido información ninguna y que no volvieran a llamar, pero han insistido en hablar conmigo. Mercedes les ha advertido que yo no quería hablar con ellos y que corrían el riesgo de tener que oír un exabrupto. Como han insistido me ha pasado el teléfono y ya que era lo que deseaban le he dedicado una de mis groserías más soeces, de las que harían ruborizarse a un arriero.
Supongo que tanta insistencia es debida a que cobran por hacer llamadas y no por obtener resultados y que además tienen que intentar prolongar la llamada todo lo que puedan. Sin embargo mi solidaridad social con los trabajadores explotados no llega a tanto como para que permita la conculcación de mis derechos en pro de su mísero salario, como el compadecer a las prostitutas no me hace desear darme un revolcón en busca de una gonorrea.
Después de la sobremesa y apenas me había sentado al ordenador ha vuelto a sonar el teléfono. «Soy fulanita de tal y le llamo en nombre de ADENA…». A este paso van a conseguir que me haga partidario de los abrigos de piel de oso Panda.