Se acerca la primavera y con ella aparecen los capullos en las flores y los ciclistas en la carretera. Pasará un año más sin que esta lacra de la circulación sea definitivamente prohibida. No me refiero a todo aquel que usa una bicicleta, me refiero solamente a esos que querrían ser como sus ídolos depilados pero sin atiborrarse a drogas (algunos, aunque tengan que atiborrarse de sustancias prohibidas), solo dando morcilla en la carretera a los que vamos a trabajar.
Si la situación era realmente mala, el Reglamento General de Circulación que entró en vigor el 23 de enero de 2004 la empeoró sustancialmente. La reforma incrementó la protección de ciclista eliminando aquellos preceptos que los héroes frustrados del Tour ya incumplían sistemáticamente.
Actualmente los ciclistas son aun mas groseros, abundantes y molestos que nunca. Para mayor desgracia en mi recorrido habitual hacia mi trabajo hay una subida con curvas, algo que parece fascinar a los que adoran pedalear sin un fin práctico. Pero los realmente peligrosos no son los imbéciles que suben el puerto como si fueran una filá de moros o cristianos en Alcoy, los realmente zumbados son los que amparándose en la Ley lo bajan a más de cuarenta y cinco kilómetros por hora invadiendo el carril contrario. Y además sin peligro de perder puntos del carnet.
Y yo me pregunto por qué los que pagamos impuestos por circular y matricular nuestros vehículos tenemos que compartir la carretera con esos gorrones incómodos, mayoritariamente maleducados y molestos que no pagan por circular ni matriculan sus vehículos y que en los últimos años se han convertido en una plaga peligrosa.
Desengañémonos: ponerse el culo de callos como un mandril y depilarse las piernas, pedalear hasta que los calambres no dejan bajar de la bicicleta y estrenar camisetas y pantaloncitos ajustados mientras se obstaculiza el tráfico y se pone en peligro la propia vida y la bonificación del seguro ajeno, ni es sano ni es útil para la sociedad ni es algo que debamos financiar con nuestros impuestos, por el contrario es una actividad peligrosa que debería estar perseguida por la Ley o reducida a espacios específicamente dedicados a esos usos. ¿Alguien se imagina a un equipo de fútbol jugando en una avenida principal cortada al tráfico?
El ciclismo es una lacra social y habría que prohibirlo.