Estoy asombrado con toda la intensidad que se puede estar asombrado cuando uno sabe que no lo ha visto todo en esta vida y que como a Sancho le quedan muchas otras inimaginables por ver.
Pero la explosión motivada por el resultado de la Eurocopa de fútbol, lo que ha dado en llamar algún periodista ‘la marea roja’ plantea un buen número de cuestiones interesantes.
Mi primera reacción, al oír como los periodistas jaleaban el fenómeno como ‘explosión de patriotismo’ ha sido sufrir una conmoción nauseabunda que me remitía al uso interesado del ‘pan y fútbol’ por parte del régimen franquista, donde podíamos soportar ser un país tercermundista, los parias de Europa o comparsas en el concierto de las naciones, pero siempre había una ocasión de redimir el orgullo nacional, de mostrar la superioridad de la raza y la integridad de la «reserva espiritual de occidente» en un estadio de fútbol, de forma que las gestas patrióticas memorables iban de Lepanto a Trafalgar y del Glorioso Alzamiento al gol de Zarra.
Este sentimiento de pena y rabia siguió aderezado de vergüenza al ver pasear por Viena las impresentables hordas de adefesios calzados con chanclas que remataban unas canillas peludas, cuya exhibición pública nunca debería haberse producido, saliendo de unas bermudas raídas y envueltas a modo de falda por la bandera nacional, se diría que así profanada con la finalidad de no ofrecer el impúdico espectáculo de las posaderas que sostienen un cuerpo desgarbado vestido con una camiseta roja mugrienta adornada con medias lunas de sudoración y todo ello rematado por las más inverosímiles prendas de cabeza, chisteras de bufón rematadas de toritos, pelucas de payaso fosforescente o simplemente pelos grasientos y pegajosos rodeando cabezas huecas de otro pensamiento que los monosilábicos «Oe-oe-oe-oeeee…» o el declarado patriótico «loo-lo-loo-lo…»
Es muy posible que en Viena hubiera otros aficionados algo más comedidos o elegantes, pero sin duda alguna no los recuerdo, precisamente, porque no llamaban la atención.
A este trapo del patrioterismo barato entraron de forma natural los nacionalistas, declarando de forma insidiosa su preferencia por otras selecciones diferentes del oprobioso estado que ocupa su nación sin estado. Eso me extrañó mucho menos pues estos nacionalistas esperpénticos de opereta no son más que la sombra del espantajo agitado por el otro patrioterismo monolítico y cerril de la bata de cola, la gaita y el cachirulo, y como un eco no pueden más que repetir desde otra esquina las lecciones invertidas, eso sí, de Formación del Espíritu Nacional, pero con fe de conversos y fanatismo mesiánico.
Llegado a este punto observo con asombro una serie de fenómenos inauditos. La llamada del clan futbolístico convoca unas unanimidades nunca vistas en sectores sociales y en lugares inconcebibles para este tipo de manifestaciones. Banderas españolas, banderas de toros españoles, camisetas rojas y amarillas, banderas como capa, como pañuelo, como pareo.
De forma que ese fenómeno deportivo y mediático, carente de ideología y completamente vanal conmueve profundamente al pueblo y le libera del retraimiento en la exhibición de símbolos para, exaltado y enfervorecido , sumar voces al coro de la Patria nombrada sin el habitual pudor exaltada con sonoros «¡arriba España!» que en otra ocasión concitarian protestas por su otrora significado uso por un partido único.
Unidos en lo irracional. En la masa, todos somos masa y por tanto no caben diferencias que son pijoterias intelectuales. Aqui todos somos de los nuestros y somos los mejores. Hasta los otros son de los nuestros, demostración palpable de que somos cojonudos. Y ya está. Un momento de gloria. Da igual quemarse cual mariposa en la luz si podemos vivir ese momento de gloria que nos hace sentir poderosos, queridos, envidiados, arropados por el ser nosotros cada uno y cojonudos todos.
Y aqui está. ¿Hemos llegado a la esencia del patriotismo?. Este es el sentimiento irracional que lleva a los héroes al martirio, a la tropa a subir por la colina cuando el enemigo dispara a buena cadencia trocitos de plomo duros, rápidos y mortales. Da igual porque no se puede matar al nosotros y por tanto vivir o morir carece de importancia ya que el sentimiento de triunfo y el vínculo es perfecto y lo perfecto es eterno, no puede concebirse que hubiera un tiempo en que no existía ni que vaya a tener fin. Quizás no es Patriotismo, solo es una de sus manifestaciones exteriores, o a lo mejor no tienen nada que ver y es un estado de euforia colectiva que puede ser desatado por cualquier otro sentimiento de empatía.
A mi me gustaría creer que el patriotismo es algo más racional y que el compromiso social, la fidelidad a los principios el respeto a la Ley y el aprecio a la cultura y lo que llamamos ‘nuestra forma de vida’ puede impulsar al esfuerzo y al sacrificio, al valor y al heroismo. Que puede hacerlo incluso más y mejor que el General Gonzalez Byass o el omnipresente fútbol.
Despachándose a gusto, para terminar idealizando lo racional sobre lo irracional.
Un recuerdo de hace 200 años… Un recuerdo de hace unos días.
Pero el altruismo hoy en día, no esta de moda y además duele en ocasiones.
El cambio de estilo, me ha sorprendido. ¡Enhorabuena!