Terrorismo

Ayer hizo veinticinco años, ETA mató en Barcelona al Comandante del Ejército del Aire Arturo Anguera. Prácticamente cada día paso por la misma esquina en que fue asesinado, camino del mismo edificio al que ellos se dirigían. He pensado muchas veces en los protagonistas de aquel atentado, en como la casualidad puede hacer que en segundos alguien muera o salga ileso, como las circunstancias convierten en auténtico héroe a un soldado que con cinco tiros en el cuerpo encuentra fuerzas para salir corriendo a pedir ayuda. Y de lo poco que se reconoce al sacrificio, al heroísmo, incluso a la suerte de salir ileso.
Y lo rápido que nos olvidamos de los asesinos fascistas, que ahora se manifiestan para pedir que sus compinches salgan de las cárceles. Porque cambiar miles de años por algunas decenas, les parece poco beneficio, porque algún subnormal está pensando en darles aire y agua, a ellos y a los de su ralea, que solo esperan una oportunidad para seguir repartiendo odio, muerte y sectarismo. A los totalitarismos no se les puede dar ni los buenos días ni un respiro. Hay que detenerlos e impedir que utilicen los beneficios de la democracia para destruirla, la libertad para matar y sojuzgar. Al totalitarismo no se le pueden aplicar todos los beneficios de la democracia, solo uno: la estricta aplicación de la ley. Nos va la vida en ello. No lo olvidemos.

Placa in memoriam Arturo Anguera

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