Tramontana

No es necesario que a uno le gusten mucho los coches para quedarse embobado mirando algunos modelos. A los coches deportivos les pasa lo mismo que a los aviones, la combinación de lineas suaves, elevada potencia, velocidad y la sensación de poder y libertad que da su maniobrabilidad los convierten en un paradigma de deseos y ambiciones que llevamos profundamente incrustados junto a instintos atávicos.

En el caso del Tramontana hay muchas otras cosas que llaman poderosamente la atención. Los acabados lujosos con maderas y cuero lo convierten casi en una joya de mas de mil kilos. El diseño original e innovador recuerda que procede de la tierra de genios de las artes plásticas y su nombre recuerda la fuerza de la naturaleza.

Tramontana

La disposición de los asientos en tandem refuerza aún más el paralelismo con un avión de combate, asi como el hecho de que en su diseño ha intervenido -entre otros- Manuel Pardo, un ingeniero aeronáutico miembro del equipo del Eurofighter.

Lamentablemente el hecho de que se fabrique muy cerca de mi casa no me da ninguna posibilidad de poseer uno y casi ninguna de tener, no ya la oportunidad de conducirlo, sino de sentarme al volante. Si hubiera exhibiciones de coches deportivos como las hay de aviones haría cola para sentarme en el asiento anatómico, tomar el volante entre las manos y volar con la imaginación moviéndolo un poco a un lado y a otro como cuando era un niño y me sentaba en el sitio del conductor, sobre las rodillas de mi padre.

Porque en el fondo estas máquinas maravillosas tienen un secreto que es la clave de su encanto y este secreto es que cuando las tocamos, las miramos -y supongo que cuando las conducimos- nos convierten en el niño soñador que éramos. Si tengo ocasión de ver uno en directo, prometo contároslo.

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