Julián, un aerotrastornado

Julián Oller, aerotrastornado, historiador y amigo, nos dejó para siempre el 09/03/2019. Han pasado casi tres meses y aún no me hago a la idea que no está ahí para poder llamarle y hacerle cualquier consulta o hablar de la común afición a la aeronáutica. Con motivo de su fallecimiento, escribí esta nota de recuerdo para la web Aire.org, de la Asociación «Aire», que el contribuyó a fundar y de la que fue su primer presidente electo.

 

Conocí a Julián Oller como he conocido a la mayoría de los socios de esta asociación: por Internet. Fue a finales del siglo pasado en la lista de correo de Aviación Militar. Creo que Julián venía de Aerolínea la otra lista veterana de aerotrastornados. Fue en Aviación Militar donde se gestó la idea de crear una asociación para asumir los gastos de la web “Aire.org”

En el grupo heterogéneo de entusiastas que apoyaron la idea, Julián era el ideólogo: una fuente de inspiración y de erudición aeronáutica con modos de profesor sabio y de iniciativas enardecedoras. Tuve ocasión de conocerle personalmente en un viaje que hacía con mis dos hijos pequeños de Figueres a Murcia. Había quedado con él a comer y debido a una tormenta apocalíptica llegué dos horas tarde. Allí estaba Julián, esperándome con una sonrisa. Charlamos largo y tendido, sobre aviación y asociacionismo, y la tensión del viaje desapareció.


Cuando la junta gestora que creó la asociación con las aportaciones económicas de los patronos que formaron la “fila cero” y convocó la primera Asamblea Ordinaria, no se nos ocurrió mejor candidato para Presidente que Julián. Alguien ha dicho de Julián que le encantaba ser el centro de la reunión y ejercer de “reinona”, está claro que era así y también tengo clarísimo que a todos nos gustaba ejercer de cortesanos en aquella corte. Con la menor excusa desplegaba sus dotes magníficas de narrador y desarrollaba una amena y exigua conferencia sobre un insospechadamente interesante tema aeronáutico salpimentado a alguna anécdota graciosa y de hechos sorprendentes. En las reuniones físicas nos encantaba escucharle, en los foros digitales sus mensajes se leían con atención.

Julián veía la asociación como el semillero de la aeronáutica, una cónclave de aerotrastornados de todas las especies, procedencias y clases, dedicados a la construcción de un ateneo digital que se constituyera en generoso templo de la cultura aeronáutica en español.

Así nació la idea del ecumenismo aeronáutico, la idea de que todos los aerotrastornados son igualmente dignos, sean pilotos de Jumbo, constructores de cometas, coleccionistas de tarjetas de embarque, lectores de biografías aeronáuticas, spotters o paracaidistas, espectadores de exhibiciones o coleccionistas de cromos de aviones. Y la idea del asociacionismo 2.0, la conexión de las minorías a través de la red para tener la fuerza suficiente para llevar a cabo proyectos de envergadura.

No sé si estas ideas se le ocurrieron a Julían o a otro. Era el punto de vista ilusionado de los primeros socios de Aire y Julián era el capitán del barco que nos lanzaba al abordaje de los sueños. Le recuerdo en Albacete, con su bastón y su sombrero de paja y su camiseta con el letrero “Aire!!” en la espalda, casi corriendo hacia el avión P-3, cuyo comandante nos invitó visitar a los socios presentes. Aquel hombre lleno de achaques, cojo y aquejado de varias cardiopatías le volaban los pies cuando se trataba de subirse a un avión fuese para volar o solo verlo en el suelo. Su mala salud era tan evidente y persistente que sinceramente, siempre pensé que nos dejaría mucho antes. Su historial médico solo era superado por el aeronáutico y él hacía poco caso a los médicos y mucho a la aviación Y a fuerza de pasión se convirtió en un caso sorprendente de resistencia y de voluntad de vivir y de disfrutar la vida. Se tomaba a chirigota los diagnósticos, o al menos siempre los contaba con humor y nunca le vi apesadumbrado por la evidente, cierta y próxima posibilidad de emprender el viaje definitivo en cualquier momento. Y le he visto pararse en la plaza de Callao para meterse un chute de nitroglicerina y bromear después de haber sufrido un tratamiento de quimioterapia para un cáncer… y gestar proyectos, uno detrás de otro, escribir libros amenos y documentados, viajar para dar conferencias y subirse a un avión a la menor oportunidad.

Julián no era un tipo perfecto. De hecho, ninguno lo somos, pero a mí personalmente me ha enseñado muchas cosas sobre cómo vivir disfrutando de la vida y cómo compartir con generosidad aquello que te apasiona, en definitiva, Julián era simplemente, como le gustaba definirse, un aerotrastornado.

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