Alguien que escribe, debería poner atención y esmero en la ortografía. No solo para mostrar que al escribir lo hace con conocimiento de causa, sino porque las normas ortográficas se hicieron para permitir interpretar de una forma más clara el lenguaje escrito.
La ortografía no es una materia ‘de letras’. Todos tenemos necesidad de comunicarnos y hacerlo de forma clara y precisa es beneficioso tanto para la transmisión eficaz del mensaje como para la comprensión del mismo.
Como otros tesoros de la educación, hoy parece que la ortografía es un bien menospreciado. He participado en foros donde algunos jovencitos inmaduros consideran de buen tono ‘eskrivir @ los KoLeGas komo hasen los Hakers‘. Parece ser que creen firmemente que su testimonio escrito de ignorancia ortográfica les capacita mejor como salteadores informáticos. Ni que decir tiene que los auténticos hackers no se reconocen entre ellos por su desconocimiento de la ortografía.
Personalmente tengo que reconocer que no fui un buen estudiante y dentro de mis debilidades, las materias consideradas ‘de letras’ eran un obstáculo aún mayor que las matemáticas o la física. Como consecuencia de ello he arrastrado durante mucho tiempo un déficit importante de ortografía y han sido los ordenadores y el gusto por escribir lo que me ha hecho mejorarla.
Ello ha supuesto luchar contra algunos enemigos duros de roer. En primer lugar está la ‘tildofobia’, o como su propia etimología indica el odio a las tildes, incluso diría que a colocarlas en el lugar correcto. Siempre tuve clara la acentuación de las esdrújulas, pero reconozco que he delegado en el corrector ortográfico del procesador de textos y en la memoria para identificar los acentos en llanas y graves. También me cuesta desprenderme de tildes superfluas como la que tiende a pegarse a la última letra de ‘fue’ y sin embargo no perdono la que debe acompañar a ‘más’ cuando es adverbio y no conjunción.
Esto de los correctores no es la panacea. Ninguno es completo y además de sugerir alguna corrección cómica, tienen una vulnerabilidad difícil de sortear. Se trata de las palabras ortográficamente correctas en el lugar inadecuado o ausentes del lugar en que se precisan.
‘No es el caso‘ es una frase tan correcta como ‘No es el vaso‘, pero si se usa una por otra el texto perderá su sentido. Evidentemente no es lo mismo ‘El recto proceder de su señoría‘ que ‘El recto de su señoría‘, pero ningún corrector detectará esa ausencia que tanto cambia el sentido de la frase.
Los correctores son incompletos. No conozco ningún corrector que incluya todas las palabras correctas. Poco a poco hay que ir enseñándole, añadiendo aquellas palabras correctas que no incluye. Casi todos admiten esta posibilidad, pero pocos están acompañados de una utilidad que permita inspeccionar la base de datos para eliminar palabras añadidas erróneamente
Sin duda alguna el corrector ortográfico de Microsoft Office es muy completo, pero al ser gratuito la relación entre el precio y la calidad da una enorme ventaja al de Open Office, que estoy usando para escribir este texto.
Recientemente he incorporado a Firefox 2.0 y a Thunderbird el corrector ortográfico para castellano y catalán y tengo que decir que representa una enorme ayuda ya que permite, por ejemplo escribir con Word Press y disfrutar de corrector instantáneo.
Como casi todos los malos estudiantes que salieron adelante yo sustituí el estudio y las reglas d los libros por mis propias reglas mnemotécnicas y por trucos inventados para trabajar menos, pero casi siempre más trabajosos que haber estudiado en su momento la fórmula correcta. Así para recordar que ‘tuve’ era con uve, siempre recurría al dato -para mí clarísimo- de que un ‘tubo’ de cañería se escribe con b.
El catalán no siempre es una ayuda. Leer ‘Cavall Fort‘ cuando era pequeño me ayudó a recordar que en castellano ‘caballo’ se escribe con b y no con v, pero sin embargo en un buen número de diapositivas de una conferencia que dí en catalán puse ‘trevall’ con v cuando es ‘treball’, con b, como en castellano. Mi mujer asistió horrorizada a la presentación y me reprendió severamente después de la misma.
Los monosílabos no se acentúan en catalán, igual que en castellano, pero como las reglas gramaticales no se aplican a los apellidos, yo escribo mi apellido como Plà , precisamente para diferenciarlo del Pla de Segrià o del Pla de Cabra.
En francés renuncié hace tiempo a recordar donde poner las tres clases de acentos de que dispone el idioma y ello me ha privado del reconocimiento oficial del nivel de idioma en mi profesión y me obliga a usar un traductor y un corrector ortográfico para escribir de forma legible una lengua que estudio desde que tenía siete años.
Por suerte el inglés no usa tildes y a cambio de algún deletreo de palabra endiablado nos brinda esa simplificación con ese espíritu tan práctico que tienen para algunas cosas los anglosajones.
En definitiva las Reglas de Ortografía son útiles para comunicarse. A todos debería dolernos la vista al leer un letrero como el que he visto esta mañana con la inscripción “Esta puerta no se habre desde afuera”.
Aunque a veces en la red el carácter originariamente anglosajón de la informática nos limita en el uso de nuestra ortografía, no debemos renunciar a ella autocensurándonos los acentos y otros recursos como nuestra querida letra eñe en lugares donde podemos usarlos libremente.
Aunque es posible que en nuestros escritos se deslice de vez en cuando alguna falta, no debemos abandonar el empeño de evitarlo. Una escritura correcta es una estupenda tarjeta de presentación para un escrito y para su autor.