Una de las acepciones de cultura es «el conjunto de los conocimientos, grado de desarrollo científico e industrial, estado social, ideas, arte, etc., de un país o una época». Cuando se habla de «cultura aeronáutica» a mi me gusta más identificarla con el concepto de conocimiento, en el que yo veo tres componentes principales, la ciencia, la tecnología y la erudición.
Siendo la ciencia el conocimiento de las cosas por sus causas, la tecnología los procedimientos que usa la ciencia para llegar a ese conocimiento y la erudición el conocimiento acumulado, ¿donde queda la cultura?.
La cultura es lo que sabemos todos. Ese conocimiento que acompaña a los componentes de un grupo es la cultura de ese grupo. La cultura aeronáutica es lo que sabemos todos de aeronáutica y si nos preguntamos qué es lo que la gente sabe de la aeronáutica y cual es su actitud hacia la misma creo que no nos será difícil comprobar que anda un poco escasa y que en general la gente piensa que eso de volar es cosa de locos y trastornados.
Podríamos dejar el tema aquí y conformarnos con ser los «raritos esos de los aviones» o asumir que un cierto grado de originalidad proporciona también algo de independencia y libertad. Al fin y al cabo en este tema, ser creyente podría no exigir ser apóstol.
Sin embargo hay una cuestión básica de honradez que no nos permite quedarnos en el rincón sin más disfrutando de nuestra pasión. Aquí tengo que hacer un inciso para explicar que pinta la honradez en todo esto. Pues pinta mucho, porque la honradez es la rectitud de ánimo, la integridad en el obrar. Esa incómoda virtud que nos obliga a buscar el bien y la verdad y defenderlos.
Y no hace falta ser muy observador o saber mucho de historia para comprobar que la aviación va asociada al progreso. Esto es así porque la conquista del aire supone el desafío de moverse en un medio para el que el ser humano no esta dotado por la naturaleza y por tanto debe hacerlo basándose completamente en la tecnología y en su fé en el conocimiento científico del medio.
De esta forma podríamos decir que la aeronáutica capacita al hombre para la excelencia y la sociedad que conquista el cielo puede alcanzar cualquier otro objetivo. Esto es algo que debería tenerse en cuenta en la misma educación para que desde los aviones de papel y las cometas en el parvulario a los cohetes o aeromodelos teledirigidos a reacción algo más tarde, la aeronáutica esté presente en todo plan de estudios.
Quizás así llegaríamos a comprender que nuestra auténtica esencia es volar sobre el mundo y que el tiempo que pasamos en contacto con el suelo es solo un interludio entre dos vuelos y que los niños que miran al cielo no son unos extraños: son unos adelantados.
«[…]el tiempo que pasamos en contacto con el suelo es solo un interludio entre dos vuelos y que los niños que miran al cielo no son unos extraños: son unos adelantados.»
Muuuuuuy bonito a la par que cierto.
Excelente post me quito el sombrero y subscribo todo lo dicho, ¿donde hay que firmar para esto?
Pues sin duda alguna este es el espíritu que anima a la Asociación Aire, pero no creo que seamos los únicos. Por suerte hoy podemos encontrar otros grupos que promueven la cultura aeronáutica en sus diferentes ‘sabores’ y solo por citar algunos, sin ánimo de ser exhaustivo citaré a la Fundación Infante de Orleans, Fundación Aérea de la Comunidad Valenciana, Asociación de Amigos del Museo del Aire, Simuvuelo, Aviadores Virtuales Asociados, Amigos del Aeroplaza, Iberian Spotters, y tantos otros clubs y asociaciones de carácter aeronáutico con los que compartimos ese estado de cordura obsesiva y eufórica en relación a la aeronáutica que se llama «aerotrastorno».