El camino más corto

Tomamos las decisiones en función de la información que poseemos. Por regla general, buscando realizar el mínimo esfuerzo para conseguir los fines propuestos.

Ocurre a veces que hay una forma de hacer lo que nos proponemos que se nos antoja larga y tediosa y creemos conocer un camino más corto para llegar la mismo sitio, pero cuando emprendemos el camino corto, surge un problema que nos hace modificar el plan inicial, esa modificación tropieza con una dificultad que no habíamos previsto porque no pensábamos pasar por allí, lo cual nos hace retroceder para emprender otro camino, siempre más corto que el camino inicial pero en el que que encontramos otros problemas que nos obligan de nuevo a desviarnos o a realizar una tarea no prevista para poder continuar.

Llega un momento en el que la realidad nos cae encima con el peso de la evidencia y llegamos a la fatídica conclusión: “Si hubiera tomado el camino largo ya habría llegado”. Aun así nos parece inaceptable volver al origen para retomar aquel camino largo y nos empecinamos en intentar unas y otras opciones y en resolver las dificultades que en ellas encontramos. Al final obtenemos –o no– el resultado deseado o tenemos que volver al principio para tomar el camino que se nos antojaba largo y que en realidad resulta que era el corto.

¿En qué momento debemos abandonar el camino que se vuelve tortuoso?. Conocer esa información sería casi tan interesante como conocer la solución del problema o cual de los caminos aun no trazados es el más corto.

No podemos ejercer de adivinos. Como he dicho al principio, tomamos las decisiones en función de la información que poseemos. El problema es que ignoramos lo que creemos saber y no conocemos el alcance real de nuestra ignorancia.

Caminos para ir de A a B
A la izquierda el camino negro tal como creemos que es, a la derecha, tal y como resulta ser.

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