Salimos de Figueres hacia Ripoll a las 10:30 de la mañana. La primera parada fue en Sant Joan les Fonts. Yo había visto la iglesia ‘de pasada’ pero nunca me había detenido para verla ‘en detalle’. Aunque estaba cerrada debido a un incendio en la sacristía que según decía un cartel había afectado al edificio, pudimos admirar el curioso edificio por fuera. Las acciones de conservación emprendidas en el mismo son de fábrica sencilla pero sin duda se merecería algo más que ladrillos tapiando sus cristaleras neogóticas. El puente ante la iglesia sobre el rio si es de origen medieval, construido con piedra volcánica es una de las joyas del pueblo. Como no se puede ver todo en un día, nos quedó pendiente el monasterio románico.
En Sant Joan de les Abadeses si que visitamos el Monasterio y dimos una vuelta por el pueblo para ver otros edificios notables, como la semiderruida iglesia de Sant Pol o el puente medieval. En el museo del monasterio había una excelente colección de tallas de madera procedentes de los bancos del coro, objetos de arte sacro y algunos curiosos restos de telas antiguas procedentes de ornamentos
Nuestra siguiente parada fué en Ripoll, en un aparcamiento cerca del monasterio. Nuestra alegria al comprobar que como era la una ya no había que pagar se esfumó cuando comprobamos que las visitas al monasterio se suspendían precisamente a esa hora.
Después de una breve deliberación sobre si ir a comer, según el plan inicial, a las Fonts del Llobregat o volver hacia Sant Joan de les Abadeses para comer en Ogassà , decidimos seguir nuestra primera idea y descubrir nuevas rutas. Desde Ripoll teníamos 38 kilómetros por delante y la Via-Michelin nos auguraba 44 minutos de viaje. El recorrido fué fantástico, Después de Campdevanol la carretera serpenteaba por un paisaje maravilloso, cada vez era más estrecha, aunque al entrar en la provincia de Barcelona el firme era mucho mejor y no faltaban quita-miedos en ningún tramo. A partir de La Pobla de Lillet se hacía especialmente empinada y el letrero anunciaba aún 10 kilómetros hasta Castelar d’Hug. Yo iba sufriendo por Mariona, que iba en el otro coche y por Mercedes que iba a mi lado, porque a ninguna de las dos les gustan las curvas.
Al llegar al Hostal les Fonts lo reconocí por las imágenes de su página web. Recibí el consiguiente rapapolvo y amenazas por parte de Mariona que se bajó del coche y le faltó poco para besar el suelo y pasamos a ver como estaba la situación para comer. El menú a 15 Euros parecía adecuado y variado y allí nos sentamos. La comida no era mala, pero no tenía nada que ver con la carta. Donde ponía ‘habas a la catalana’ pusieron unas habas guisadas cuya única intersección con la receta original eran las habas, donde ponía Ternera con setas, sirvieron una excelente ternera con tomate ya que aunque llevaba setas lo que primaba era el sabor y el color del tomate. Los macarrones se merecían un mejor gratinado pero lo básico era bueno. La «butifarra amb mongetes» y las «galtas» asadas era lo mas destacable del menú.
La comida era abundante y después de comer me vi en la necesidad de hacer la siesta de la serpiente: me senté en el coche y me quedé frito mientras los demás asubian a ver el nacimiento del Llobregat. Después volvimos a tomar la carretera hacia Ripoll que esta vez se hizo mas corta.
En Ripoll visitamos el monasterio. A la primera foto la cámara dijo que había que cambiar la batería, pero la de repuesto no estaba en su sitio así que asumimos que se había quedado en casa y Mercedes hizo un par de fotos con su móvil. Ya por la noche en casa nos dimos cuenta que la batería se había caído dentro del bolso de Mercedes. El Museo antropológico que hace años visitamos con nuestros hijos y que me había gustado mucho estaba cerrado y no se podía visitar.
De Ripoll fuimos a Camprodón. A la salida de Ripoll me despisté una vez más y dimos un rodeo inmenso. Creo que Ripoll es uno de los pueblos peor organizados de la civilización occidental, con el tráfico organizado con el fin exclusivo de marear al visitante.
En Camprodón fué imposible encontrar aparcamiento para dos coches. Como Mariona tenía un compromiso en Figueres nos quedamos con Alberto y Mariasun mientras que Miguelangel y Mariona volvían a casa. Nos dimos un paseo por la calle principal que estaba animadísima y fuimos admirando las tiendas de embutidos. Al llegar a la plaza de la iglesia encontramos a Alejandro, un buen amigo, que tiene alli su casa y que después de entrar el coche en el garaje nos acompañó, indicándonos la carnicería donde podíamos comprar los embutidos de confianza. Los demás -nos dijo- son también muy buenos, pero estos los hacen ellos mismos. La carnicería está frente a la farmacia, en la calle principal y los embutidos son sin duda de una gran calidad y sabrosísimos.
Debido a la hora desechamos la idea de ir a Set Cases o la de volver por Francia atravesando el Coll d’Ares que nos había propuesto Alejandro. Solo paramos a tomar una cerveza tranquilamente y regresamos a Figueres.