No sé la razón, pero desde que recuerdo siempre he tenido la necesidad de dibujar. Trazar lineas sobre un papel con algún significado o sin ninguno, con pretensiones realistas o expresando fantasías, con mayor o menor acierto, el caso es que no es tanto una necesidad de maestría o de dominio de la técnica sino simplemente, de dibujar.
Dibujar me tranquiliza, me inspira, me ayuda a relajarme y a concentrarme pero también me distrae y me divierte.
Soy muy crítico con mis dibujos, que siempre son peores de lo que los imagino, me produce rubor la mera idea de pasar por artista y solo tolero los halagos porque entiendo que aunque mi nivel no es alto, hay mucha gente que no llega hasta ahí, porque no tiene cualidades para ello, como yo soy ignorante o lego en otras cosas o porque no pone el interés y la pasión que yo siempre he puesto en los garabatos.
Porque al final la mayor parte de «mi obra» son simplemente garabatos, cuyo mayor valor no es artístico sino personal y si bien su precio en dinero seguramente es insignificante, su valor en felicidad producida es muy alto. Me causan tanta satisfacción que no puedo remediar ir enseñándolos como el niño que atosiga a las visitas con su obra gráfica. Quiero pensar que no es tanto la necesidad de aprobación o aplauso, como el deseo de compartir la felicidad que dibujar me proporciona.
El dibujo que ilustra este artículo es un ejercicio de linea y color con lápices de colores inspirado por el tutorial de la artista Julianna Kunstler que he encontrado en la red a través de StumbleUpon. Me ha gustado la idea y no he podido evitar llevarlo a cabo, espero que el resultado os parezca satisfactorio y os lo recomiendo como terapia. Aquí nadie puede decir que sus cualidades artísticas no dan la talla, porque es un ejercicio sencillo pero con un efecto final fantástico. Animaros y disfrutad dibujando y coloreando como cuando erais niños.
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