Habíamos ido a comer a La Serra, el restaurante de Sant Eteve de Güialves, un lugar de comida casera con una excelente relación precio calidad. Al salir me dí cuenta de que el edificio de enfrente es la escuela y vi esta imagen que refleja la fotografía.
La senyera es preciosa y ondeaba al viento pidiendo la foto. De pronto, he sentido una punzada. Ha sido una iluminación, una idea clara que desvela muchas cosas, un pensamiento tan claro y explícito que es tan difícil traducir a palabras que llevo dandole vueltas veinte días. No creo que pueda expresar la misma evidencia que se abríó en mi mente en ese momento, pero es de esas ideas que crecen demasiado para dejarlas encerradas y hay que expresarlas o te hacen reventar.
Solo hay una bandera. La foto es de una escuela y frente a la escuela solo ondea la bandera de Cataluña. Desde 1979 en su artículo 15, el Estatuto de Cataluña atribuye a la Generalitat «la regulación y administración de la enseñanza en toda su extensión, niveles y grados». Desde hace treinta y tres años, en las escuelas de Cataluña solo ondea una bandera, se ha ido imponiendo paulatinamente el catalán como única lengua, incluso en las clases de castellano, las expresiones ‘nación’, ‘patria’ y ‘nuestra tierra’ (casa nostra) se sobreentienden referidas a Cataluña y España es, en los libros de texto y en las aulas, ‘el resto del mundo’. ‘el Estado español’ o simplemente ‘el Estado’.
Todos los menores de 35 años que han ido a la escuela en Cataluña no han recibido otra educación que la proporcionada por la Generalitat.
El nacionalismo ha educado a toda una generación en sus tesis. A la gente con un mínimo de criterio y cultura, los delirios nacionalistas, la reinvención de la historia, el sesgo en las opiniones, la manipulacion pura y dura de la información o el descarado adoctrinamiento nos ha parecido tan ridículo que no hemos creído que pudiera salir adelante, pero los nacionalistas conocen el poder de la democracia, donde la verdad es lo que los votantes creen que es verdad.
Y ya se ha conseguido que una gran parte de los votantes tengan una misma versión de la historia, la que han aprendido en la escuela, la que han repetido constantemente durante todos estos años los políticos catalanes. Cataluña es una nación, Cataluña la hacendosa, trabajadora y ahorradora es explotada por Madrid (simplificación de «los castellanos», «los españoles», «los extranjeros» o «el enemigo», según el grado de radicalismo que se prefiera), si hay cosas que no funcionan en Cataluña es debido a que aunque «conquistamos» las competencias, nos regatearon las transferencias y nos sisan en la financiación.
Cualquier tesis divergente de la doctrina oficial será considerada una provocación, un claro caso de «nacionalismo español», «fascismo», «centralismo» o «franquismo». En cualquier caso una «regresión a épocas dictatoriales» y otra serie de descalificaciones tan efectivas, que incluso los partidos más descaradamente nostálgicos del franquismo se han apresurado a poner al día su catalán y a aprender la letra del «Virolai«, «Els segadors» y «el cant dels ocells» para no desentonar con la verdad oficial y ser confundidos con «los de fuera», los que obedecen consignas «de Madrid».
En una continua burla del Estado de Derecho, se promulgan Leyes que abundan en las tesis nacionalistas, pero si alguna norma es recurrida o alguna de las Leyes dictadas por el Parlamento Español (poder legislativo) o sentencia de los Tribunales de Justicia (Poder Judicial) no concuerdan con las tesis de los nacionalistas simplemente se afirma que no se cumplirán, se exige del gobierno de España que cambie la norma o se deslegitima a los tribunales animando incluso a la población a la desobediencia civil. En definitiva, esta particular interpretación bananera del Estado de Derecho, solo hay que cumplir las leyes que nos gustan o se ajustan a nuestras tesis.
Y del artículo ocho de la Constitución, ni hablemos. Mencionarlo es como «mentar a la bicha», pero si lo hace un militar, inmediatamente es calificado de golpista peligroso, exaltado, autoritario o nostálgico, pues al parecer algunos artículos de la Constitución se pusieron allí por error, sin la más mínima intención de que a nadie se le fuera a ocurrir, nunca, jamás, cumplirlos.
Por supuesto de toda esta situación son los principales responsables los diferentes gobiernos de España, de cualquier partido, porque todos, sin distinción, han preferido ser ciegos, mudos y sordos ante este dislate, para poder contar con el apoyo de los gobernantes de Cataluña en el despreciable empeño por conservar su poltrona.
No quiero hacer predicciones de futuro. El panorama actual deja bastante claro que puede esperarse y que no. Hablar de retirar competencias a las autonomías es anatema, cambiar la Constitución es algo imposible, salvo que nos lo pidan «los mercados», en cuyo caso puede hacerse en una semana, como una operación de cirugía precisa y urgente, a vida o muerte. Da igual que el «modelo autonómico», lejos de mejorar la gestión haya multiplicado la burocracia, los gastos, la ineficacia y la corrupción: es el gato, y no vamos a encontrar un ratón que le ponga el cascabel.
Yo me quedo con la conclusión, la revelación clara que tuve al ver ondear solo una bandera en aquella escuela: Uno de los errores más grandes -pero no el único- de nuestra Constitución es dispersar las competencias de educación. La educación ha sido utilizada para separar y diferenciar. Hoy los españoles han estudiado culturas, idiomas e historias diferentes y les han convencido de que son diferentes. Y esto no lo arreglan ni mil campeonatos de fútbol. En las escuelas de Cataluña solo ondea una bandera.
Pingback: Bitacoras.com