Solo hay que darse una vuelta por este blog para darse cuenta de que me gustan los titulares cortos. Esquemáticos, casi jeroglíficos.
A mi modo de ver un titular debe condensar hasta el máximo posible la idea que va a transmitirse en el artículo. Pero la idea realmente contenida en el artículo. Hay periodistas que hacen trampa y engañana a los lectores con titulares equívocos o presuntamente escandalosos para atraer la mirada, para secuestrar el tiempo -siempre escaso- de que se dispone para la lectura.
No me gustan las trampas, hay que ser honesto. Eso no quiere decir que haya que ser evidente y mucho menos predecible. Condensar puede hacer necesario convertir el titular el la clave del artículo, pero es la piedra angular, la clave, la idea resaltada o el premio final pero no un anuncio falso, una promesa que no se piensa cumplir.
La primera premisa de la prensa, de la escritura y la palabra es la verdad. Debería ser también la primera premisa de la vida. La honradez y la felicidad tienen como clave la búsqueda y el encuentro de la verdad. Esto no tiene nada que ver con la literatura fantástica o de ficción, siempre que los límites entre realidad, ensayo o testimonio con la ficción, literatura o poesía estén claros y diáfanos.