Sin duda alguna lo mas importante en nuestros viajes es el aspecto gastronómico de los mismos. ¿Que es lo que comentamos cuando pasa el tiempo? no es la esbeltez de los arcos de aquella iglesia, ni los vivos colores del paisaje, ni siquiera las voluptuosas curvas de las bañistas en la playa aunque todas esas cosas son sin duda bellas y admirables. Lo que de verdad comentamos en detalle, al llegar a casa o años después son las comidas. los nuevos platos y recetas descubiertos, los sitios baratos y con preparados deliciosos.
Este viaje tuvo dos momentos estelares. Uno de ellos ampliamente anunciado fué la barbacoa en casa de Alberto, el hermano de Miguel Angel. Las caballas a la plancha cubiertas con un picadillo de tomate, cebolla y pimiento no desmerecieron un ápice de su justa fama no por habitual ya en nuestras reuniones menos apreciada. Precedió a este manjar un pulpo a la gallega hábilmente cocinado por Javier, oriundo de aquellas tierras y aerotrastornado. En estas reuniones con bastante gente -a la mayoría de la cual yo conocía aquella noche- suele ocurrir que siempre parece que prestas poca atención a un tema que te interesa, que queda enunciado pero no desarrollado competamente. Y eso me pasó con Javier, con quien descubrimos que teniamos varias aficiones comunes relacionadas con la aeronáutica sin que pudieramos dedicarnos a charlar sobre ellas.
Sin embargo la sorpresa de la noche fué la conexión alcarreña, al resultar que estabamos cenando con unos parientes del sobrino de mi abuelo Julio Aragonés con el que compartía nombre. Y es que este mundo es un pañuelo. No me extenderé ahora en la relación porque aún no tengo claro si yo mismo la he entendido y porque hoy mismo me están entrando otros datos sobre mi abuelo materno que le convierten en previsible objeto de un proximo artículo más extenso.