El sábado quedé con Rogelio para ver su nuevo juguete. Le había preguntado por los reactores, pues se dedicaba al aeromodelismo a reacción con microturbinas, pero me dijo que últimamente había descubierto el ‘aeromodelismo virtual‘ y me animó a que buscase información en internet y que me pasase por el campo de Siurana para presenciar una demostración en directo.
Así lo hice. El sábado no pudimos vernos, pero el domingo estaba en el campo a media mañana y lo que ví me dejó impresionado. El «vuelo virtual» o «vuelo en primera persona», conocido por sus siglas inglesas FPV (First Point View) consiste en un aeromodelo radiocontrolado -también existen modalidades equivalentes en modelismo automovilístico- que lleva incorporada una micro cámara de televisión que retransmite vídeo en directo a tierra. Estas imágenes pueden ser visionadas por el piloto del aparato para pilotarlo como si fuera instalado en el mismo avión.
Naturalmente se obtiene un mayor realismo si se usan unas gafas con una pequeña pantalla para cada ojo y una sensación de inmersión total acoplando un microgiróscopo electrónico a las gafas o a la gorra del piloto que permite controlar el movimiento de la cámara en el avión sincronizándolo con el de nuestra cabeza.
A nadie se le escapa lo interesante de esta tecnología y el elevado número de aplicaciones de todo tipo que se le puede dar, desde obtención de vistas aéreas a vigilancia de fincas o rebaños, publicidad y mil más.
Otro elemento que puede añadirse al sistema es la «telemetría» que utilizando tecnología GPS permite establecer distancias, ofrecer una rudimentaria información de navegación superpuesta al vídeo o programar recorridos automáticos con puntos de viraje programados y cálculo en tiempo real del punto de retorno en caso de escasez de combustible.
Todo esto me llevó a recordar mi artículo recién entregado en revista de Aeronáutica y Astronáutica y aún no publicado, sobre los vehículos aéreos no tripulados (UAV) ya que la impresión que tengo es que no solo se aproximan cada vez más las tecnologías de aplicación civil y militar sino que la natural complejidad de la organización de las fuerzas armadas les resta agilidad para aprovechar las nuevas tecnologías ‘al vuelo’.
Si se ha dicho que los ejércitos se preparan para ganar la última guerra, hoy podríamos decir que ni tan siquiera prepararse para la guerra del presente es suficiente y solo concebir de forma imaginativa la guerra del futuro puede garantizar la victoria.
El último avión que teledirigí realizó un picado sin retorno. Veo que has tenido más suerte…
Lo que me preocupa es una de tus frases finales: “la natural complejidad de la organización de las fuerzas armadas le reste agilidad…” y se me queda una pregunta sin respuesta: ¿estamos trabajamos para garantizar la victoria?.
Un abrazo.
Toda organización compleja tiende a perder agilidad. Los peores funcionarios que conozco son los empleados de IBM, a pesar de la presión de la cuenta de resultados.
En las Fuerzas Armadas es difícil realizar ‘balances’. Por suerte no tenemos una guerra cada dos por tres para comprobar si estamos ‘a punto’. Pero sin esa prueba es dificil estimar la capacidad para resolver «el» problema.
Naturalmente hay una sertie de criterios de eficacia y economía que si son medibles. pero el problema fundamental, del que puede depender la supervivencia o la aniquilación, debe estimarse.
En esa situación es fácil dejarse seducir por los criterios económicos, los requisitos administrativos y volverse conservador, corto de miras, conformista, panzista, paniaguado y arribista.
Pero tener unas Fuerzas Armadas solo está justificado si se desea tener un instrumento de supervivencia en caso de necesidad extrema. Solo la guerra -su posibilidad y su probabilidad- justifica la existencia de los ejércitos, y por tanto si no están capacidtados para resolverla con éxito vivimos una quimera, realizamos un gasto completamente inútil y nos egañamos completamente.
Y ese éxito que es necesario garantizar en la medida de lo posible hoy exige capacidad tecnológica pero sobre todo saber «mirar desde fuera de la caja» y no limitarse a los libros de historia militar porque si no corremos el mismo peligro que si hiciéramos la instrucción con lanzas.