Hoy hace exáctamente noventa años, se creó la Royal Air Force como primera fuerza aérea independiente. Quince años después del vuelo del primer avión, nueve años después del primer desarrollo de un avión estrictamente militar, siete años después del primer uso en combate de una aeronave y cinco años después del inicio de operaciones aéreas militares regulares, tras cuatro años de guerra que la aviación militar inició como un complemento de las fuerzas terrestres y durante la cual se transformó en un arma decisiva para la victoria, capaz de encontrar, atacar y destruir al enemigo, desde el frente de batalla hasta el corazón del territorio del adversario, se constituyó la primera organización dedicada a la conquista y mantenimiento de la superioridad aérea mediante el ejercicio del Poder Aéreo.
Un nacimiento y un desarrollo acelerado que analizarán teóricos como Giulio Douhet que en 1921 definirá las lineas maestras de la Doctrina Aérea, muchas de las cuales siguen siendo mundialmente aceptadas en nuestros días y que establecen que el objetivo de la fuerza aérea es obtener y mantener el Dominio del Aire, que este es el elemento decisivo de la victoria y que para ello la Fuerza Aérea debe ser utilizada en masa, bajo un mando único como elemento ofensivo y para efectuar el máximo daño en el mínimo tiempo al enemigo.
Sin embargo en el momento actual podríamos pensar que los principios enunciados por Douhet se tambalean y que existen dudas a pesar de las numerosas pruebas y ejemplos que la historia nos ha ofrecido. La realidad es que el Poder Aéreo no solo no es una fuerza auxiliar sino que sin duda alguna es el eje del poder militar de cualquier nación, sobre el territorio propio o proyectada a través del mar como fuerza aeronaval o como fuerza expedicionaria.
Las Fuerzas Armadas son una organización sociológicamente conservadora, por el hecho de que la tradición es un componente importante de su cultura y la experiencia acumulada por el tiempo es considerada un valor que de hecho supone el principal factor de avance en la carrera y sin duda un requisito en los mas altos escalones del mando. Sin embargo la historia nos muestra, una y otra vez que solo aquellos que son capaces de innovar la doctrina y aprovechar o crear nuevas tecnologías se alzan con la victoria.
La Fuerza Aérea conoce perfectamente la necesidad de capacitación técnica y la importancia de la novedad tecnológica, es una organización que se prepara de forma continua para dar respuestas proporcionadas a las amenazas en tiempo real y cuyos medios y personal afronta los mismos retos y la misma exigencia de calidad en cualquier situación.
Esta cultura del liderazgo por el conocimiento científico y la preparación tecnológica aplicados sobre una base de sólidos valores morales personales y sociales es la única que puede garantizar el cumplimiento de las misiones que la sociedad pueda encomendar a sus Fuerzas Armadas y la Fuerza Aérea es el elemento principal que las aglutina porque son condición indispensable de su existencia. La fuerza terrestre no solo ha dejado de ser un elemento principal y el eje del poder militar sino que es ahora una fuerza auxiliar cuya posición preponderante se basa exclusivamente en el número y en la tradición.
La defensa del territorio y la ocupación del terreno, citados frecuentemente como razón de ser de las fuerzas terrestres se basan hoy en día en planteamientos tan arcaicos, obsoletos y queridos como la Guardia de Alabarderos, un elemento ceremonial y folclórico pero de nulo valor operativo.
La defensa del terreno corresponde a la población. Si esta no está dispuesta a actuar contra un invasor, no hay ejército que la defienda ni vida que merezca perderse en hacerlo. Si está dispuesta a hacerlo, no hay ejército en el mundo, por poderoso que sea que se atreviera a iniciar una invasión o que pueda salir indemne de ella. En cualquier caso, la posibilidad de una represalia aérea inmediata y contundente constituye una importante disuasión.
La ocupación de un territorio en gran escala, es incompatible con nuestros planteamientos de política de defensa, onerosa desde el punto de vista económico incluso para las mayores potencias del mundo y no constituye un camino hacia ninguna situación ventajosa si no se cuenta con la aquiescencia de la población local. El factor terrestre queda así limitado a una fuerza pequeña pero muy eficaz, capaz de desarrollar acciones rápidas con una fuerza proporcionada y que podría estar constituida por el componente terrestre de la Armada, la Infantería de Marina o de la Fuerza Aérea, lo que debería ser la Infantería Aérea que serian proyectadas sobre el territorio del objetivo o proporcionarían la defensa terrestre de la fuerza expedicionaria.
Los principios no cambian. Cambian los medios y las circunstancias y la única opción de éxito es adaptarse y encontrar las soluciones de los nuevos problemas, no empeñarse en aplicar las soluciones ‘de siempre’. Por eso, hace 90 años nació una Fuerza Aérea independiente. Mi saludo y felicitación a los componentes de la RAF que han escrito alguna de las páginas más gloriosas de la aviacion militar.
Pensaba que desde el aire se limpia el terreno y por tierra se remata. Supongo que en cada lugar geográfico tiene sus diferencias… ¡Difícil dar en la diana!.
Lo que si tengo claro que en 1808 ¡la chusma! pedía armas y nuestro ejercito se las negó. Y existen ejemplos a lo largo de nuestra historia (que nunca he cuantificado), que nuestros soldados no se han merecido ciertos mandos…
La autocrítica nos falla a menudo.
Lo que no se como tragar es el comentario: «La defensa del terreno corresponde a la población»… ¡¡¡ Muy fuerte, muy fuerte!!!
Una invasión solo se puede detener o disuadir por la población, que no solo conoce el territorio: forma parte de él. La misión de las fuerzas regulares es retrasar el avance de la fuerza invasora el tiempo suficiente para que la reserva pueda organizarse mínimamente y aquellos que van a dirigir la resistencia puedan pasar a la clandestinidad, activar las redes de comunicaciones y repartir los depósitos de armas. Ese era el fundamento de nuestra familiar ‘Linea P’.
El General francés Etienne Copel opinaba que una potencia nuclear debía suscribir el compromiso de no usar el arma atómica salvo sobre su propio territorio, como disuasión efectiva de una invasión, pero eso es una teoría de la e´poca de las bombas de neutrones (1984). A mi lo que me dice el conocimiento de la historia es que las invasiones se han desmoronado cuando se han enfrentado a la población en armas.
El ejército no suple, el ejército es la población en armas o no es nada y pobres de aquellos príncipes que hayan de confiar la defensa de sus reinos a fuerzas mercenarias, diría Maquiavelo.
Pero, finalmente, para saber que has de hacer, lo primero es saber que quieres y que obstáculos o amenazas se interponen para conseguirlo. Dicho de otra manera, la defensa deb hacerse en base a una evaluación de la amenaza y hoy por hoy la de una invasión masiva de nuestro territorio es bastante improbable.
Sobre Giulio Douhet he recordado es enlace…