Ese sueño que se echa durante el día resulta un medio reparador para seguir la jornada. Costumbre española donde las haya, la ciencia moderna ha venido a confirmar su bondad para la salud y el trabajo.
Pero en cuestión de siestas no hay solo un modelo, sino una amplia variedad donde elegir según las necesidades de cada cual.
El diccionario que la define exclusivamente como el sueño que echamos después de comer, nos habla de la siesta del carnero, conocida también como «la siesta del pastor», esa que se disfruta antes de comer. La cabezadita o cabezada (depende del tamaño de la testa) se echa a cualquier hora, de forma breve, normalmente sentados, el tiempo justo que el sueño tarda en hacernos inclinar la cabeza. Este es un efecto parecido al que define la siesta castellana, que según mi vecino es la que tiene por escenario una de esas casonas frescas y umbrías en las tardes calurosas y se echa sentado con el brazo colgando hacia el suelo y sujetando una llave antigua. Al llegar el sueño y la relajación, la caída de la llave marca con su ruido el final de la siesta.
No es esta la que recomendaba Camilo José Cela, reconocido usuario de la «siesta de pijama y orinal», aunque la misma ciencia que aconseja la práctica de la siesta indica peligros para la salud en prolongarla en exceso, asociando esta excesiva duración con trastornos en el sueño nocturno.
La que sin duda no es recomendable es la «siesta de la serpiente», que es la modorra que nos domina cuando hemos hecho un exceso en la mesa. Además de lo poco recomendable de cualquier exceso, es patente que la digestión no se favorece con la posición horizontal e incluso hay quien se atreve a asegurar que lo mejor para la comida es «pasearla».
Encontré en un diario mexicano una referencia a ‘la siesta de ayer’ referido a esa ‘hora de la siesta’, en este caso del dia anterior, como un espacio temporal tan fijo como el amanecer o el medio día, un tiempo en el que cualquier persona sensata, lo único que puede hacer es echarse la siesta.
Llegado a este punto he de reconocer que yo soy usuario de la siesta de cama y dormitorio, silencio y oscuridad y que no me gusta ceñirme a la estricta cabezada. La duración ideal de mis siestas oscila entre cincuenta minutos y la hora y cuarto, aunque en los días de fiesta -como hoy mismo- puedo llegar a dormir hasta tres horas. En cualquier caso, tras la siesta, necesito un tiempo para retornar al mundo de la vigilia y el completo uso de mis facultades.
- La Siesta, Nueva Zelanda y Australia (vamos, las Antípodas) Artículo en el blog «Donde gira el viento»
- Otro viaje de Cela a Tendilla: el Día del Libro de 1983 Artículo de «La Garlopa», el blog de Raúl Conde
- Dormir la siesta habitualmente y durante más de una hora se asocia a una mayor mortalidad y riesgo de hipertensión. Artículo en Websalud