Resulta que el 19 de mayo de 1643 tuvo lugar la batalla de Rocroi. A este hecho histórico se le ha dado un valor de hito histórico como inicio de la decadencia del imperio español o incluso de principio del final del Siglo de Oro, aunque para dar por finiquitado este último es más frecuente usar la muerte de Calderón de la Barca, ocurrida en 1681. Como suele suceder en estos casos se trata solo de señales en un libro que los estudiosos usan para simplificar o analizar la historia y en realidad muy pocas veces un solo hecho marca un gran punto de inflexión en la historia.
En este caso, etiquetado como indicio del declive de la Infanteria y ocaso de las armas españolas, lo cierto es que los Tercios siguieron ganando batallas después de Rocroi y parte de la fama de esa batalla se debe más a la necesidad de jalearse de los franceses que al quebranto de los españoles.
Si es un ejemplo para reflexionar, como otros hechos históricos, sobre diversos aspectos de la historia, de la táctica y de la propia existencia para sacar esa enseñanza que la ‘maestra de la vida’ nos ofrece.
No quisiera seguir la tendencia iconoclasta que me parece apreciar en muchos análisis de hechos históricos sometidos a revisión por la cual parece que en vez de historia siempre hemos conocido una sarta de patrañas o una mitología perversa y quimérica, pero si quiero puntualizar varias aspectos de mi punto de vista sobre la cuestión.
En primer lugar que hay que recordar que en Rocroi, como en los hechos de su época los españoles luchan en el seno del ejército del emperador. Los tercios son españoles, formados por españoles, como los hay italianos, valones, alemanes o suizos según la procedencia de sus soldados. Tercios que normalmente formaba un Maese o General, diríamos hoy y que cobraban un salario por su servicio. Se trataba sin duda de mercenarios o si se quiere suavizar el término, de tropa profesional cuyo especial concepto de la fama y el honor les hacia especialmente valiosos.
Y aunque siento adentrarme en el proceloso campo de los futuribles y las hipótesis históricas, no me queda otro remedio que decir que pienso que quizás con semejante herramienta de guerra se podrían haber tenido otras miras y haber hecho una política más inteligente, en vez de defender fincas dispersas, gastar los beneficios de otras conquistas y perseguir herejes.
Militarmente, Rocroi se expone como una demostración de la importancia de renovar los planteamientos, asegurando que los tercios fueron víctimas de su táctica inmovilista, de esa frase que aun conservan las Ordenanzas «persuadido de que (…) manteniendo la formación (…) y estando atento y obediente al mando, contribuirá a alcanzar la victoria». Y así cumplieron los soldados de los tercios del Conde de Villalba y de Don Antonio de Velandia asi como el útimo que mantuvo la resistencia, prácticamente aniquilados los anteriores, el tercio de Mercader. Resulta impresionante pensar en aquellos soldados a pie, resistiendo hasta seis cargas de caballería y andanadas de cañones, reagrupándose y formando el cuadro defensivo, efectuando fuego y retirándose a cargar de nuevo el mosquete, o levantando la pica y blandiendo la espada ante la carga de caballería entre los cadáveres de los compañeros muertos, el estruendo, el humo de la pólvora y la seguridad de una muerte inminente.
Finalmente el general francés, quizás dudoso de poder aniquilar el cuadro de españoles antes de que acudan los refuerzos del barón de Beck y tal vez precavido de no arriesgar una ya declarada victoria, ofrece una capitulación más que digna a aquellos hombres a los que sin duda también admiran como expresarán más tarde en informes y escritos. Los supervivientes abandonan el campo de batalla maltrechos pero con sus armas y estandartes intactos.
Al margen de cualquier otro análisis del contexto histórico la actitud de aquellos hombres que desfilan maltrechos pero orgullosos intacto el honor del deber cumplido es una enseñanza moral que no podemos eclipsar y que aunque hoy en día traslademos los valores del orgullo y el honor a los términos del prestigio y la profesionalidad la esencia moral resulta la misma solo nos debe resultar admisible el cumplimiento exacto de nuestra obligación o compromiso, a costa de cualquier perjuicio, incluso la propia vida, ejecutando nuestra tarea con honradez, precisión y abnegación.
Porque hay cosas que la tecnología no cambia y no deberíamos olvidar.
¡Te has lucido!, muy buena tus pinceladas sobre la cuestión… Porque como tu dices, hay cosas que no deberíamos olvidar.