Después de volar sobre un mar de nubes, el avión ha empezado a descender entre una sopa gris a la que aparentemente no íbamos a encontrar el fondo. Al final, como Rodrigo de Triana, hemos visto Tierra. Tierra y mar, ¡vaya casualidad!: Cerdeña estaba justo debajo del sitio donde hemos bajado de las nubes. El piloto se ha alejado, a mi modo de ver un poco imprudentemente,pues ya que habíamos visto Tierra, no era cosa de perderla de nuevo. Habría dejado una linea de piedrecitas por el camino o algo así porque ha conseguido volver y Cagliari ha aparecido a mi derecha. Una ciudad grande, con muchas cuestas. Es algo que se ve a simple vista y que luego hemos tenido ocasión de experimentar.
El Aeropuerto queda muy cerca de la ciudad y un taxi nos ha dejado en Via Serdegna, frente al Hotel Italia, donde nos alojamos. Tiempo justo de registrarnos, dejar las maletas y salir a tomar contacto con la ciudad. Si, hay muchas cuestas y grandes contrastes. Edificios viejos y viejísimos, rehabilitados y cayendo a pedazos, edificios nuevos vanguardistas, algunos solo con pretensiones y otros sencillamente horrorosos. Mediterráneo. Cerdeña y Cagliari son eminentemente mediterráneas y podríamos estar en Mallorca o en cualquier otra ciudad italiana o del Levante español.
Tengo que buscar la característica que define a Cagliari y a Cerdeña. La arquitecura me recuerda los dibujos de Escher y los cómics del Corto Maltés. La ciudad nos saluda bajo un sol radiante como si se hubiera arreglado para saludarnos. Subimos hacia la catedral echando fotos y descendemos de nuevo buscando un restaurante. Nos encontramos con el Baluarte de San Remy y su impresionante geometria. Sencillez y elegancia de formas. Me dejo el dedo en el disparador echando fotos, muchas de ellas para panorámicas que no podré montar hasta que volvamos a casa.
Comemos por alli cerca. Muy bien, como suele suceder en Italia a poco que tenga uno cuidado al elegir el sitio. Después de la siesta en el Hotel, la bienvenida se ha acabado y el traje de diario es de lluvia intensa, de algunos ratos solo de nublados y a veces suave goteo del cielo.
Mas vueltas a la ciudad. Tiendas. De ropa y bisuteria y muchos kioscos. Aque la gente debe leer mucho la prensa. Se nos hace de noche paseando por la ciudad y acabamos el día cenando en la Tratoria Lepanto, otro acierto de pasta y quesos del país.
Y por fin, la habitación, el descanso y esta crónica que tengo que acabar para mañana poder estar a la hora en la oficina de alquiler de coches donde hemos de recoger el que nos llevará a Alghero, en el norte de la isla.