Hace unos días perdí mi cuenta de Instagram, de una forma bastante vergonzosa. Resulta vergonzoso porque después de haber estado publicando un artículo mensual sobre Internet en una revista profesional, piqué como un pardillo en una burda trampa.
Me encontré en los mensajes directos uno, procedente de la cuenta de un conocido que me preguntaba si le podía ayudar. «Dime», le contesté. Me dijo que si podía votarle para un concurso de algo que a mi me pareció algo raro pero aquello que piensas: «hay gente pa tó» y allá que me fui. En la página de aterrizaje me pedía mi usuario y password de instagram con logotipo y demás de la red social. Y en ese momento de debilidad y gilipollez, que luego piensas «¿como pude hacerlo?» lo metí para caer en la cuenta en menos de un segundo que aquello era una trampa.
Demasiado tarde. Al otro lado algún diligente robot estaba cambiando la lista de correo a la que pedir confirmación de cambio de password y cuando yo llegué, la cuenta ya no era mía.
En el correo me encontré una comunicación de instagram diciéndome que había cambiado la cuenta de correo y que si la seguridad y tal y tal. Me sorprendió muchísimo que con la turra que dan de la doble comprobación y esas cosas , la cuenta se cambiase tan fácilmente, pero ya sabéis: los «malos» se las saben todas. Instagram se desentendió del problema y unos días después me dijeron que la solución era crear otra cuenta. La verdad es que llevaba un tiempo pensando en cerrar la cuenta. Tenía incluso hecho el borrador para explicar por qué y no tenía intención de hacerlo.
Podria callarme u decir que «me hackearon» la cuenta, pero no es así. Olvide una de las primeras cosas que aprendí en internet: «en internet nadie sabe que eres un perro» . Y olvidar lo que sabes tiene consecuencias. Además no puedo faltar a mi espíritu de divulgador evitando que este latigazo de humildad sirva de advertencia para otros.
Os dejo con las razones que tenía para abadonar Instagram. Por cierto, también he cerrado la cuenta que tenía en Facebook bajo el nombre de ‘Pepe Panical’ y en cuanto reciba el archivo con mis tuits cerraré mi cuenta en twitter. Aprovecho para comentar que podéis encontrarme en Mastodon en @rpla@masto.es.
Borrador de este artículo escrito hace 4 meses (10 de abril de 2023 a las 19:56:30):
No es una decisión repentina, sino que llevo mucho tiempo meditando sobre este asunto.
Cada vez que miro las estadísticas de uso de Instagram me escandaliza el tiempo que paso consultando está aplicación.
Tal y como me dice el gráfico de tiempo, estoy conectado, con pocas variaciones, una hora diaria. En realidad más, pues suelo acceder desde dos dispositivos y a veces también desde el ordenador. Y la estadística no cuenta el tiempo invertido en preparar las publicaciones.
Realmente, ¿Para qué?. Tengo claro que aunque intente negármelo, es una concesión a la vanidad ya que la satisfacción de ver subir los «me gusta» alimenta mi ego. Sin duda sabéis de que hablo.
Por otra parte en la actividad en redes sociales no deja de haber una parte de relaciones humanas muy agradable. Me gusta compartir opiniones, responder al que pregunta y encontrar o proporcionar ayuda, apoyo y amabilidad con las otras personas que dedicamos tiempo a socializar en esta red.
Uno de los vínculos más fuertes que me retiene en Instagram es la comunidad de los Urban Sketchers. El séptimo punto de su manifiesto dice que «Compartimos nuestros dibujos en internet». No especifica como, pero de un tiempo a esta parte, la pésima política de Flickr ha obligado a muchos de los que usaban esta página de almacenamiento de fotos a abandonarla y el lugar común de los urban sketchers con los que suelo compartir tardes de dibujo es Instagram.
Yo sigo utilizando Flickr, donde tengo una cuenta de pago desde 2006. De hecho, gracias a IFTTT las fotos que publico en Instagram se suben automáticamente a Flickr. No todas. Cuando hago una publicación con varias fotos a la vez, solo se publica en Flickr la primera.
Actualmente sigo en Instagram a 507 usuarios. Tengo la costumbre de poner «me gusta» en las fotos que publican. Aunque no pongo el corazonzito en las que relmente no me gustan, suele ser más un «he visto esto que has publicado» que un «esto es fantástico«. Me parece que es una forma de mantener el contacto, porque realmente, las cuentas que sigo, me interesan. Si alguien no publica durante mucho tiempo o pone con frecuencia imágenes que no merecen mi interés o mis «me gusta», dejo de seguirle.
Obviamente este repaso exhaustivo a las publicaciones de las personas que sigo es lo que me lleva más tiempo, y si dejase de hacerlo, reduciría enormemente el tiempo que dedico a Instagram. Pero a mi modo de ver también reduciría en su mayor parte ese objetivo de interactuar o compartir imágenes, experiencias y sentimientos con ese circulo de familia, amigos, conocidos, contactos, devaluando la experiencia y perdiendo su sentido.
Hay que decir que la política de Instagram de insistir en presentarme cuentas a las que seguir, anuncios y vídeos (reels) sugeridos entre las publicaciones de mis contactos, me molesta muchisimo y hay veces que me da la impresión de que la publicidad y las sugerencias son muchas más que las publicaciones que si me interesan.
Como he dicho, pago una cuenta en Flickr desde 2006. La mayor parte de ese tiempo podría haber tenido una cuenta gratuita, solo hace un tiempo las restricciones para las cuentas gratuitas se han hecho realmente molestas. Sin embargo decidí pagar porque el servicio que ofrecían me resultaba útil y pienso que si alguien hace algo que te resulta útil es bueno pagarlo para que lo pueda seguir haciendo y por una elemental justicia de remunerar el trabajo bien hecho. En Instagram creo que estaría dispuesto a pagar por un servicio que no se dedique a vampirzar mis datos, freírme a publicidad y no se ponga pesado en intentar adivinar mis gustos o machacarme con sugerencias de «amistad».
Pero las cosas son como son, no como quieres que sean.
La integración de Instagram en el conglomerado de Facebook no ha mejorado nada. En Facebook tengo una cuenta con un nombre imaginario, sin foto, con una cuenta de correo falsa y lo tengo de facto abandonado hace mucho tiempo. A mi desaparición de Instagram, probablemente también se sume mi desaparición de Facebook, algo que sorprenderá a mucha menos gente.
Por supuesto mi intención no es convertirme en un huraño ermitaño digital. El tiempo de atención a las redes sociales que espero economizar, quiero dedicarlo a mi blog. Me he dado cuenta que hace unos años que mi ritmo de publicación ha descendido escandalosamente. Eso es algo que seguramente le importa a muy poca gente y sería irrelevante si entre aquellos a los que si les preocupa no estuviera yo mismo. Como paradoja curiosa puedo comentar que tengo un gran número de borradores de artículos escritos, unos en esbozo, pero otros casi acabados a falta, por ejemplo, de incluir las fotos adecuadas para su publicación. No es tanto una falta de tiempo como de tiempo dedicado a otras cosas menos importantes – como Instagram- y una falta de atención, es decir una deficiente gestión de mis prioridades que creo que ha llegado el momento de corregir.
En la portada de mi dominio puede encontrarse una vía de contacto para que aquel que quiera pueda escribirme. Lamentablemente la inscripción de usuarios y los comentarios de mi blog están desactivados ya que sus principales usuarios eran bots generadores de spam.
A mi vida laboral le quedan solo unos meses de actividad y poco después llegará mi jubilación. Al iniciar esta parte de mi vida creo que soy mucho más consiente del valor del tiempo y de la necesidad de dedicarlo a aquellas cosas que te satisfacen. No me faltan aficiones y por tanto no soy proclive al aburrimiento. Más bien me parecen cortos los días y reconozco que es posible que entre mis muchas aficiones quizás tenga que hacer también una selección para optimizar los resultados de forma que incremente la satisfacción y reduzca la desesperación, por tenue que esta sea, de no llegar a lo objetivos propuestos.
No es menos importante la reflexión sobre la huella que dejamos en la vida. En las redes sociales esta huella desaparece como las pisadas en la playa tras la marea. No me gusta depositar mis datos en «la nube«. Internet es un buen lugar de trabajo donde puede acceder a tu obra muchas personas desde muchos sitios, que a ti mismo te permite trabajar cómodamente desde el teléfono, el tablet, el ordenador de sobremesa, en el tren, en casa o en un banco del parque. Pero no es un buen almacén. La engañosa facilidad de acceso oculta la fragilidad de los datos expuestos sin el control que quizás deseas, susceptibles de robo o desaparición por múltiples razones, como la ruina de la empresa que los custodia, la acción de ciberdelincuentes o la escasa capacidad de reacción ante un cambio de políticas en el alojamiento utilizado.
Me gusta tener mis datos bajo control. Mis datos son míos y con ellos hago lo que quiero, sin necesidad de venderlos a cambio de unas políticas publicitarias a la voracidad con algoritmos que hacen ricos a otros. En la era digital, ser dueño de tus datos es una necesidad imprescindible para la independencia y libertad personal.
Dicho esto, supongo que quien haya llegado hasta aquí tendrá un interés, aunque sea mínimo en mantener el contacto conmigo. Puede hacerlo y enviar los comentarios que le parezcan oportunos siguiendo el enlace de la portada de mi dominio, presionando el botón azul donde pone Contactar ». eso hace aparecer una imagen donde podréis leer mi dirección de correo.
Y… Gracias por estar ahí.