En algún momento de los pasados años parece ser que se ha puesto de moda hacer una comida o cena con los compañeros de trabajo justo antes de la Navidad.
Está bien eso de confraternizar con los colegas y conocerse y tal. Podría hacerse en cualquier época del año, pero parece que la tontuna de la navidad nos hace más proclives a creernos aquello de que ‘todo el mundo es bueno’ y lo de la fraternidad universal y cosas similares.
Yo me inclino a sospechar que es más probable que el tema sea una maniobra de «marquetin» del gremio de hostelería que producto de nuestra necesidad de derrochar amor al prójimo y espíritu navideño.
Y a esta conclusión no he llegado en absoluto debido a ningún tipo de fobia a las tradiciones navideñas, lo he deducido por dos motivos. El primero los disparatados precios que suelen cobrarse en estos eventos y lo segundo, pista definitiva, porque a pesar de lo alejado que se encuentra en el año, cuando vas a pedir un presupuesto siempre te sacan la carta de precios de las celebraciones de primera comunión.
En un restaurante en el que si se come a la carta el precio del cubierto no llega a los treinta y cinco euros, te piden cincuenta por cubierto en una comida de grupo ¡y se quedan tan anchos!.
Si preguntas como puede ser que haya tal diferencia, te dicen, mientras cambian los menús de primera comunión por los de boda: «es el precio«…y efectivamente si pasas por varios restaurantes verás que la maniobra es la misma en todos.
El segundo lugar de los argumentos estúpidos vertidos por los restauradores es que ‘tienen que contratar a personal’, pero si vas a buscar trabajo de camarero para una noche o preguntas a alguien que lo haya hecho veras que los salarios de miseria que se pagan apenas encarecerían en un euro el cubierto. Mas te costará sin embargo la tintorería como hayáis pedido algún plato de salsa y se te arrime un camarero eventual e inexperto.
Uno de los costes más importante en un restaurante es la carta. Tener una carta extensa implica para un restaurante que se precie, el tener productos de calidad que son perecederos disponibles por si los clientes los piden. Una parte de esos productos no se venderán y ocasionarán una pérdida. Es normal que esa perdida se prepercuta en los precios de todos los platos y de forma que los restaurantes con una carta más extensa y mejor calidad en el prodcto que sirven serán más caros.
Pero si pactamos el menú, no hay pérdida. Por tanto un menú pactado debería ser más barato que la carta. Además llenamos el restaurante y se puede organizar mejor el trabajo y la cocina. ¿Por qué entonces esos precios disparatados?.
Se trata de un imperativo de la economía. En un mercado de demanda los precios suben. Las empresas ‘se ven en la necesidad’ de organizar estas comidas para no ser menos ‘modernas’ o ‘campechanas’ que la competencia, los trabajadores nos vemos en la necesidad de asistir para no pasar por huraños o asociales y a nadie se le ha ocurrido pensar que no hay necesidad de hacerlo en navidad ni en el restaurante del bandolero de la restauración.
Mi opinión es que sin duda alguna lo mejor es evitar las fechas críticas en las que los restaurantes están congestionados, buscar los que ofrezcan mejor relación precio-calidad y pactar el precio y el menú que muchas veces puede ser un ‘tapeo’ de los ‘de diario’ un poco más arregladito y evitar las situaciones que inciten a grandes ingestas de comida y alcohol. Al fin y al cabo se trata de conversar un poco y conocerse, no de suicidarse de una indigestión.
Y dejar claro al del restaurante que si se pone tonto siempre podéis optar por unas patatas fritas y refrescos en la oficina,…aunque no sea verdad.
Uff!!! Como estaba el arroz de montaña!!
A ver cuando volvemos.