Conducta Atípica

En un tiempo se les llamaba buenas costumbres, también conocidas por el pueblo, la burguesía y «la clase» como «buena educación» o simplemente como «educación» y los más liberales lo designaban como «civismo». Es difícil establecer cuales son sus contenidos, tanto por su amplitud como por su situación actual de ruina y desuso que las convierte en auténticas actitudes anacrónicas, cuya exhibición parece impertinente o se considera de mal gusto.

Por ejemplo, ceder el paso a una señora o intentar pagar la cuenta en un restaurante puede ser calificado entre un machismo intolerable o llanamente un acto de acoso sexual. Sin embargo encontramos de lo más natural que el dependiente de un comercio al que vemos por primera vez nos tutee.

Si en la playa vemos correr al perro del vecino de arena, no vayamos a ser ‘intolerantes’ recordándole que está prohibido dejar que los chuchos campen por sus respetos o se bañen en el agua. Si el animalito se caga en el jardín del vecino, no pasa nada: es abono.

Y desgraciadamente el campo se ha convertido en un vertedero. Debe haber gente que va al bosque o a la playa exclusivamente a depositar su basura. Yo estoy anticuado porque me enseñaron que hay que volver a casa con tus residuos y otros que no sean tuyos si puedes recogerlos.

Como ahora hay máquinas de turno automáticas, donde no las hay los que hacen cola es por que son estúpidos y lo normal es llegar y adelantarse hasta donde haya alguien que proteste. Y si es posible o se tiene desparpajo suficiente, un poco más adelante.

A nadie se le ocurre dejar sus datos si raya otro coche aparcado, no vaya a ser que pierda la boificación en su seguro. Se conduce básicamente con los cuernos y el mas despreocupado por su chapa tiene prioridad. Si se llega a tener un roce, la mejor defensa es el ataque y hay que bajar vociferando y echándole la culpa al otro, porque como todo el mundo sabe, quien más chilla es el que se lleva la razón.

A los niños por la calle no se les pueden hacer carantoñas, pues aparte del peligro de ser considerado un pederasta, el propio niño lo menos que puede hacernos es sacarnos la lengua, escupir o enseñarnos el dedo medio extendido si es discreto. Una buena retaila de palabrotas de las que antaño hacian enrojecer a las institutrices despertará una cariñosa sonrisa en sus progenitores encandilados con la facilidad de palabra de su retoño.

Y así andamos, la educación ha pasado a ser un lastre del que avergonzarse o cuando menos imposile de exhibir sin ser abucheado, hoy las normas las dictan los zafios y las buenas costumbres son una conducta atípica.

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