Hablar de una fecha como esta tiene mucho peligro. Hasta hace poco bastaba acudir a las fuentes comúnes y a los tópicos para ensalzar el heroísmo del pueblo madrileño, el valor idómito del pueblo español certificando su sentir patriótico y su misma esencia.
Mi amigo Pepe Terol contaba en un artículo que durante el destacamento del Ejército del Aire español en la Base de Aviano, un cuatro de julio, día de la independencia de los Estados Unidos, un norteamericano le preguntó a un español que hacía tranquilamente una paella, «¿Cuándo es vuestro día de la Independencia?». Sin dejar de mirar el arroz, el español le dijo: «Nosortos no tenemos día de la Independencia; Siempre hemos sido independientes». El asombrado estadounidense no pudo más que asentir asombrado ante aquella rotunda afirmación, tan inexacta como oportuna.
Yo la retorcería para decir, quizás de una forma también inexacta pero seguramente comprensible que si, que siempre hemos sido independientes. Todos y cada uno de nosotros, respecto a nuestros vecinos, paisanos, compañeros de trabajo. Independientes, autónomos, insolidarios, egocéntricos, exclusivistas, envidiosos y cuantos adjetivos más puedan mostrar la falta de un espíritu común, de la incompetencia para el trabajo en equipo y en general de la mayor parte de las aptitudes necesarias para el trabajo eficaz en equipo.
Soy consciente de mi propia exageración y de que su exacerbación me aleja de la realidad, pero como en la comedia griega, solo la exageración de los caracteres, el españolísimo esperpento, nos puede ofrecer una imagen simple de la realidad compleja.
Hoy he visto que está de moda la revisión del dos de mayo. No iba a ser la única parte de nuestra historia que nos privásemos de reescribir. Quizás porque lo observo desde Catalunya donde se dice que siempre se ha llamado a aquella guerra «La guerra del Francés». Como otras tantas cosas en esta bendita tierra, «siempre» quiere decir desde 1930; Cosas del «fet diferencial«. Curiosamente hoy veía en televisión a un historiador afirmar que la primera mención a la «guerra de la Independencia» fue hecha por un militar catalán, el Teniente Coronel D. Francisco Xavier de Cabanes, que en el temprano 1809 escribió un libro titulado «Historia de las operaciones del Exército de Cataluña en la primera campaña de la guerra de la usurpación, ó sea de la Independencia de España«.
Es normal que para los nacionalistas catalanes resulte molesto un momento histórico de reafirmación de la nación española y en el cual es indudable e incuestionable que el sentimiento de España impregna todos los rincones de la geografía patria sin excepciones o hechos diferenciales.
Los conservadores lamentan que ese espíritu patriótico haya decaído, sin atisbo de contrición por el hecho de que si ha mermado en algo es precisamente por el abuso que se ha hecho de la llamada al patriotismo para defender los intereses bastardos del dinero y la posición de unos pocos ricos a costa de la sangre y el sudor de los muchos pobres, al tiempo que se negaba la mínima apariencia de un estado de derecho.
Los progresistas reconocen sin levantar demasiado la voz que aquellos afrancesados eran en muchos casos liberales que tenían la esperanza de que con los franceses entrase en España una forma nueva de gobernar y una mínima libertad que nos emancipase de la tutela que la iglesia ejercía sobre las prebendas de los nobles, pero que al final entre quienes se levantaron contra el invasor se llevaron el gato al agua los que lo hicieron al grito de «vivan las caenas«, en defensa de un rey incompetente, cornudo y abdicado para entronar a un imbécil arrogante y conspirador y felón, cuyo reinado vino a instaurar por su ambición y estrechez de miras el fracaso del constitucionalismo y dió origen a las guerras que desde el siglo XIX hasta la constitución de 1978 han enfrentado a los españoles.
No nos podemos quejar. En la vida y en la historia, las personas y los pueblos reciben ni más ni menos que aquello que se merecen y nosotros conmemoramos hoy un levantamiento contra un tirano invasor para defender a un tirano casi autóctono, pero pocas veces en la historia nos hemos levantado para cortarle el cuello a un tirano por el hecho de serlo.
Ya no se llevan guillotinas, horcas, garrotes ni fusilamientos, pero ni tan siquiera en las urnas se ve ese espíritu de pueblo indómito que defenestra a los sinvergüenzas que le chupan la sangre. Si tuviéramos ese rasgo de independencia, si exigiéramos la eficacia y la honradez, la tendríamos porque nos la mereceríamos, mientras tanto nos toca apechugar con lo que hay.
Pues eso… Hemos perdido la memoria y estamos como en un éxtasis borreguil que ni sabemos como defenestrar a los sinvergüenzas que nos chupan la sangre. Así pues nos toca apechugar con lo que hay. ¡Y además… lo celebramos!.