Hace unos días me llegó el boletín electrónico «El Escéptico Digital», al que estoy suscrito hace tiempo. Todos tenemos una idea de lo que es un escéptico. Un niño nos diría que ‘alguien que no se cree nada’, pero eso es en realidad un incrédulo. El diccionario nos da como primera acepción «Que profesa el escepticismo» y para el uso que hace de esta palabra parece encajar mejor la segunda acepción de la misma: «Doctrina de ciertos filósofos antiguos y modernos, que consiste en afirmar que la verdad no existe, o que, si existe, el hombre es incapaz de conocerla.»
Pero en este «Boletín electrónico de Ciencia, Escepticismo y Crítica a la Pseudociencia», como en otras webs y publicaciones escépticas
el sentido que se da al escepticismo es más próximo al que nos ofrece la wikipedia: «…la actitud de cuestionar o poner en duda algunas afirmaciones que bajo algunos contextos se dan por sentado».
Encontramos la confirmación en las páginas de ARP-Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, la asociación que difunde de forma gratuita este boletín. En el Manifiesto: ¿Por qué somos escépticos? dice:
Una de las reglas del hermoso juego de la Ciencia dice que la Razón no ha de aceptar algo como cierto sólo porque lo diga mucha gente, o porque lo diga gente muy importante, y que siempre hay que detenerse ante una afirmación cualquiera y dudar sobre si es o no cierta. Naturalmente, eso obliga a ir mucho más despacio, sopesando cada aparente verdad.
En griego, observador se dice skeptikós (skepticos), por lo cual a la persona partidaria del análisis y la observación se le llama también «escéptica».
De forma que de no creerse nada o afirmar que la verdad no existe pasamos a la realidad de analizar por nosotros mismos la veracidad, fiabilidad y consistencia de las afirmaciones que nos llegan. A mi modo de ver eso es algo de lo que nuestro mundo está muy necesitado. Las supersticiones siempre han circulado de boca en boca galopado a lomos de necios. Los maravillosos medios para transmitir información y comunicarnos de que disponemos hoy en día no discriminan entre verdades y mentiras. Estas últimas se propagan y siguen encontrando mentes perezosas que no se molestan en analizar su naturaleza y prefieren creer todo aquello que les llega, por el hecho de que esta publicado.
Puede que haya quien no de importancia a la superstición, a la mentira, a la pseudociencia, a los engaños de las «medicinas alternativas» o los engaños y supersticiones que nos rodean. Otros incluso siguen la corriente con la triste excusa de «por si acaso» que solo denota su incapacidad para razonar por si mismos.
Pero analizar la vida a la luz de la razón y con los principios de la ciencia es la única garantía de conocer la verdad y por tanto de poder tomar decisiones correctas. Dudar y analizar es la única forma de ser libres.
Al aproximarse, puede parecer que los escépticos son excesivamente virulentos y agresivos con cuestiones culturales como la religión. Yo particularmente desconfío de los apóstoles, aunque lo sean del ateísmo, pero no me molestan quienes defienden con razonamientos sus creencias, o quienes creyendo en algo que yo puedo pensar que es equivocado, no ejercen violencia ni hacen mal al prójimo y son consecuentes con sus ideas.
En los escritos y pensamientos escépticos hay una fuente inagotable de denuncias a los engaños que cada día obstaculizan el camino de la humanidad hacia el progreso y la felicidad. Leerlos es un ejercicio mental muy saludable que nos ayuda a mantener despierto nuestro espíritu critico en busca de la verdad. Al fin y al cabo ¿Tiene algún otro sentido la vida?
Pingback: Bitacoras.com