Esperando la luz verde de un semáforo, sentado en el coche de Alberto, oíamos el piar de los polluelos señalando a los invidentes que el paso estaba libre para los peatones. No sé por qué, pasó por mi mente una idea fugaz: Se me ocurrió que seria una imprudencia peligrosa grabar este mismo sonido como señal de llamada en un móvil.
Los móviles tienen como característica sonar en el momento más inoportuno. En el caso de recibir una llamada mientras esperas cruzar la calle cualquier invidente podria aventurarse por la calzada, pensando que ya tenía el semáforo en verde… y ser arrollado por un vehículo ajeno a la tragedia.
La escena es dramática y refleja algunas de las vulnerabilidades y contradicciones de la sociedad actual, tan tecnificada y tan incordiante, pero inexplicablemente, a pesar de tratarse de la premonición de un triste accidente, no pudimos evitar reir histéricamente. ¿Como nos pudimos reir tanto?. Yo lloraba y las luces de la Gran Vía parecían serpentines de colores tras mis lágrimas. Alberto supongo que veia bien, pues seguia conduciendo.