Un año más, los fuegos artificiales han marcado el final de las «Fires i Festes de la Santa Creu«, la fiesta mayor de Figueres. Entre todos los gastos inútiles en los que se incurre durante unas fiestas este me parece el más escandaloso.
No me cabe la menor duda que el fuego y su control implica una serie de resortes atávicos y atrae algo muy básico de la gente que se queda embobada mientras miles de euros se queman en el cielo en medio de una orgía de colores y estruendos.
Hasta aquellos que son habitualmente contrarios a los excesos de la pólvora y el ruido, los más furibundos pacifistas o los que se asustan de las tormentas se sienten atraídos por los espectáculos pirotécnicos ante los que muchos sienten una sensación que une el rechazo o el miedo a la admiración y el asombro.
Los castillos de fuegos artificiales de Figueres se montan, precisamente, en el castillo de San Fernando y por ello se ven perfectamente desde casa. La calle se llena de coches y conductores otrora racionales que invaden aceras, jardines y los lugares más insospechados para tener un punto de vista privilegiado.
Yo no puedo dejar de pensar cuantas iniciativas culturales y obras sociales podría llevar acabo el ayuntamiento con ese dinero quemado literalmente en el cielo, nuestros impuestos convertidos en ruido y humo. Quizás es solo un anuncio o un paradigma de algo a lo que deberíamos estar acostumbrados.
Nota: Editado el 30/12/2023 para actualizar el método inserción de vídeo.
Si piensas en cosas que no son políticamente correctas, no podrás acostumbrarte. ¡Cuídate!.