La fuerza del deseo

Cuando conocí sistema de marketing promocionado por la empresa Amway me quedé fascinado, quizás no tanto por la posibilidad de hacerme rico (las espectativas eran demasiado optimistas para parecerme reales) sino por el método de organización y trabajo que se proporcionaba a los aspirantes.

Los textos y cintas de autoentrenamiento tenían varios puntos muy interesantes, pero el primero de ellos era “Haz una lista”. Si pensabas en tus objetivos debías hacer una lista y tenerla presente, por ejemplo en la puerta de la nevera con un imán, si pensabas en captar colaboradores también había que incluirlos en una lista y las tareas del día siguiente o del próximo año daban material para más listas. El siguiente paso era asignar unas prioridades a la lista confeccionada y realizar otra lista de acciones a realizar, asignarles prioridades y asignándoles también un calendario para realizarlas.

El paso siguiente consistía en realizar el trabajo de forma constante y metódica. Realizar visitas, captar nuevos vendedores para la red, presentar el sistema de trabajo a los nuevos acólitos y los productos a potenciales clientes. Reforzar el compromiso con el grupo y recordar que cada fracaso nos acerca al siguiente éxito.

Aun más interesante que el sistema de motivación, válido para cualquier empresa, era el hecho de en aquellos momentos (1990) en Madrid estaban captando asociados a un ritmo trepidante, superior a cualquier otra cosa que la corporación hubiera podido experimentar en otros paises. Interesado por el fenómeno social, procuré seguirlo durante los meses que pasé en la capital.

El sorprendente éxito de una idea basada en las estrictas normas de actuación del «mercadeo multinivel» (barbarismo: marketing multinivel) ó MLM tan ajenas a nuestra mentalidad latina, llevaron a que se corriera el rumor de que Amway era en realidad una secta o que a los vendedores se les lavaba el cerebro. En realidad el efecto de la automotivación podría asimilarse a los producidos por algunas ideologías radicales, incluso basadas en ideas absurdas, solo que esta vez la idea fuerza supone una motivación casi tan antigua como la humanidad: satisfacción y seguridad.

En España encajaba especialmente aderezada con una idea que a pesar de que los directivos de la organización trataban de contrarrestar, dominaba el subconsciente de todos los que se unían a la red de ventas: riqueza sin esfuerzo. Todo nuevo adepto tenia claro que el secreto del éxito consistía en buscar un número suficiente de hormiguitas que trabajasen para tí que de esa forma podrias disfrutar de una riqueza inmensa y dedicarte a dar charlas y conferencias explicando lo bien que te iba, lo listo que eras y en definitiva a engrosar las filas de tus nuevas hormiguitas. Codicia, pereza y vanidad encajan de tal forma en nuestra idiosincrasia que será difícil encontrar otra combinación de mayor éxito.

Hoy el efecto Amway ha disminuido enormemente, y su repercusión social es prácticamente nula, hay muy poca gente que recuerde que es o que fue esa empresa y en la red podemos encontrar algunos textos muy interesantes que explican quien se enriquece realmentre en ese negocio.

Pero las técnicas que propagaban los vendedores-empresarios siguen siendo válidas y de alguna manera la única garantía de éxito en una empresa de cualquier naturaleza: Motivación, Planeamiento, Trabajo, Realimentación. Cuando en la vida las cosas no ocurren con arreglo a nuestros deseos conviene reflexionar si realmente estamos haciendo todo lo posible por realizar nuestros sueños.

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