Todos hemos visto películas del oeste y tenemos claro quienes son los buenos y quienes los malos. Los buenos son los blancos y los malos los indios, aunque quien más quien menos sepa que lo del oeste americano fue un genocidio movido por intereses económicos, seguimos viendo películas del oeste e identificándonos con el vaquero, el sheriff o los colonos. Es decir, con los perpetradores del genocidio.
Esto tendría que hacernos pensar que el poder de la literatura es aún mayor que el del sesgo informativo más cuidado y planeado. La peor manipulación de nuestras mentes nos la infligimos nosotros podando nuestras ideas para que permanezcan dentro del jardín de lo previsible y conocido para que sigan las guías de lo establecido y no se aventuren a descubrir nuevas opciones, a conocer otras ideas o las ideas de otros y a valorar la lógica de lo que nos cuentan.
Los piratas también tienen su literatura romántica. Sin duda alguna la verdad de aquellas aventuras de piratas que tanto nos emocionan, es muy diferente a la visión romántica de las novelas. De hecho, hoy en día, ya no nos presentan a los piratas como bandoleros justicieros: ahora son sangrientos asesinos o «terroristas», en nuevo sambenito de todos los malos del mundo.
Este mundo de buenos y malos sigue siendo una visión tan simplista como si fuera una película del oeste. Si podemos pensar que los indios fueron masacrados, expoliados y traicionados, es posible que también encontremos interesante este documental donde se nos ofrece otro punto de vista muy interesante sobre la piratería en las costas de Somalia. Creo que es interesante verlo entero porque al menos nos permite considerar la posibilidad de que a lo mejor los que estamos haciendo el indio somos nosotros.
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