Nuevo y viejo asociacionismo

Uno de los efectos de internet ha sido la aparición de asociaciones sobre temas muy minoritarios. La dificultad para comunicarse con otras personas con las mismas aficiones o la escasez de información impedía el desarrollo de algunas aficiones o las hacía coto privado de clases ociosas y pudientes.

En la aviación ha ocurrido algo de esto. Yo recuerdo perfectamente las dificultades que encontraba en mi Lérida natal para encontrar información sobre aeronáutica. Las revistas sobre el tema eran escasas o inexistentes y solo cuando me apunté a la sección de aeromodelismo de la OJE cayó en mis manos un ejemplar de una revista de pequeño formato y pobre impresión llamada “Flaps” que a pesar de su modestia venia preñada de ilusionantes artículos sobre los temas que me interesaban.

Algún tiempo después mi padre se hizo socio del Aeroclub, sospecho que con la única finalidad de que mi vocación aeronáutica tuviera una vía de escape. De esa forma empezaron a llegar a casa los ejemplares de la revista ‘Avión’.

Pero cuando el Aeroclub vio el peligro de perder las pistas de vuelo y la propia viabilidad de la entidad peligraba, mi padre propuso en una asamblea comprar unos terrenos adyacentes para poner pistas de tenis y un restaurante, atrayendo de esta forma socios que permitieran financiar las actividades de vuelo. La sorprendente respuesta fue que ‘el aeroclub es para los pilotos y al que no sea piloto…’. Bueno, la anécdota refleja perfectamente la imagen del viejo asociacionismo, un coto privado de aquellos que tenían el dinero o la posición para disfrutar del ocio.

En lo que yo encuadro como ‘viejo asociacionismo’ hay aún otra característica fundamental. Se trata de las más o menos continuas conspiraciones, rencillas, zancadillas, y en general toda una actividad social paralela a la finalidad de la entidad cuya única finalidad consiste en medrar hacia los puestos principales para de esta forma ascender en la escala social obteniendo ridículas y mezquinas cotas de poder en el entramado de amiguismo y favores propios de aquella sociedad, fenómeno más agudo cuan más alta fuera la extracción social de los socios de la entidad de forma que podría ser mucho más perceptible en un aeroclub o un club de golf que en un club de natación o en el club de fútbol del barrio cuyos socios pertenecían a una clase social mas humilde.

Como contrapartida a estos grupos sociales rancios y encorsetados fueron apareciendo una serie de grupos que intentaban romper esta situación. Yo diría que aunque todos se centraban en la actividad cultural o deportiva como justificación y amparo de su existencia sus objetivos variaban desde los que simplemente aspiraban a realizar actividades imposibles en la sociedad burócrata, hipócrita y kafkiana a los que tenían la actividad como excusa y lo que realmente pretendían era la desaparición de las estrecheces y limitaciones.

Citaría como ejemplo aeronáutico de los que deseaban realizar actividades nuevas o malditas a los pilotos de ala delta o de globo, así como a los volovelistas que simplemente querían disfrutar de su afición a través de un cauce legal pero viable, no de una carrera de obstáculos que parecía pensada para hacerles desistir de su empeño.

Los ejemplos de las asociaciones que intentaban ‘ensanchar’ la vía de la participación y los derechos civiles es larga e incluye desde grupos de Boys-Scouts a corales o asociaciones parroquiales con un mayor o menor interés por la actividad que les servia de tapadera o por realizar una actividad política y reivindicativa imposible por otras vías que no fueran las oficiales.

Con el advenimiento constitucional las cosas van cambiando, pero los fenómenos sociales, las costumbres y las mentalidades no sufren cambios radicales. Yo diría que ni tan siquiera en los procesos revolucionarios, que no es el caso.

El nuevo asociacionismo, a mi modo de ver tiene antecedentes en los sesenta y en el campo aeronáutico yo creo que se caracteriza por buscar una vía para el desarrollo de la aeronáutica a pesar de los estamentos oficiales. Muchas actividades aeronáuticas tropiezan con el inmovilismo funcionarial de la Dirección General de Aviación Civil y el cerrado sentimiento de clan del sector aeronáutico. Las actividades como el Vuelo a Vela al margen de las Escuelas oficiales, los ultraligeros o la alas delta, el parapente y el paramotor se abren camino con dificultad al margen de los aeroclubs oficiales que en muchos casos desprecian a aquellos “chalados” a los que desde luego no consideran “pilotos”.

Pero es la llegada de Internet lo que propicia un gran salto en el nuevo asociacionismo. Internet permite ponerse en contacto con todo el mundo y encontrar personas con aspiraciones similares sin limitaciones de distancia. Creada para comunicarse y compartir información, la red sirve de conexión personas que se creían aisladas -que incluso habían asumido ser “raras”- con otras con las que comparten aficiones y puntos de vista.

El caso del spotting es paradigmático. Los veteranos pueden decirnos ¿Cuantos spotters había en España en 1995?. Diez años después el término ‘aerotrastornado’ no era un estigma sino un motivo de orgullo de toda una comunidad de aficionados a la aeronáutica que no son pilotos y que quizás nunca lo sean -o si: el tema ya no es significativo- y que disfrutan de su pasión por la aviación de muy diferentes maneras.

Otros factores que han contribuido al fenómeno han sido sin duda la popularización de la fotografía digital que ha cambiado completamente la forma en que los spotters intercambian fotos, el desarrollo de los simuladores que ha permitido acceder a conocimientos sobre el vuelo a personas que jamás han subido a un avión real y el desarrollo en general de la aeronáutica y la aviación en diferentes facetas que ha multiplicado las posibilidades de contemplar aviones en vuelos comerciales, eventos deportivos o exhibiciones.

En este marco, surgen asociaciones con un carácter más virtual que físico. Los miembros se conocen primero a través de la red y después se realizan encuentros, la asociación no tiene sede social y la principal vía de comunicación entre sus miembros, dispersos por la geografía se realiza a través de internet. Creo que Simuvuelo es el primer ejemplo de asociación virtual de éxito que inspiró en gran medida el modelo sobre el que se creó Aire. Otros Clubs y asociaciones virtuales se crean formalmente alrededor de los simuladores y otras actividades relacionadas con la aeronáutica, pero también hay una serie de entidades ‘informales’ -listas de correo, foros, grupos de colaboradores en blogs o páginas web- que realizan actividades similares: contacto entre sus miembros a través del intercambio de información y mensajes, encuentros presenciales para conocerse y charlar, actividades coordinadas y unas normas de comportamiento que permiten excluir a quien la transgrede o señalan con la aprobación del grupo a los que acumulan méritos. La existencia de estas normas, de una aprobación o una reprobación del grupo junto a la posibilidad de identificar a quien pertenece o no al mismo, ya constituyen una evidencia clara de la existencia del grupo como tal, independientemente de que sus miembros sean conscientes o no de ello o de que esta existencia tenga un reflejo de derecho: un registro, una lista una sanción administrativa, en definitiva ‘unos papeles’.

Estas asociaciones virtuales, exponentes del nuevo asociacionismo tienen ventajas e inconvenientes. Entre las ventajas se encuentra que la ausencia de bienes materiales o de elementos físicos sobre los que ejercer el poder este se encuentra muy distribuido y el deseo de acceso al mismo no provoca disensiones. El escaso ‘contacto físico’ evita asimismo muchas tensiones y facilita la comunicación incluso de personas poco sociables porque pueden controlar el marco y la dosis de sus relaciones con el resto del grupo. Los encuentros físicos se producen en un ambiente de fiesta y alegría lo que unido a su brevedad, evita las fricciones y favorece su posterior glorificación como experiencias altamente satisfactorias que sirven de estímulo a los otros integrantes del grupo.

Los inconvenientes se encuentran en ocasiones en las mismas causas que las ventajas. La ausencia de contactos presenciales estimula la falta de compromiso y dificulta la asunción de responsabilidades por lo que es muy difícil realizar acciones concretas que requieran el trabajo coordinado de varios miembros del grupo. La comunicación virtual, principalmente a través del lenguaje escrito dificulta la fluidez del diálogo y a veces provoca malos entendidos ya que carece de elementos de la comunicación oral como el tono, el volumen o la cadencia y de la comunicación presencial como la expresión o el lenguaje gestual.

Ninguno de estos inconvenientes afectan demasiado a los grupos informales ya que aunque a veces se producen roces o malos entendidos, los miembros vienen, van o se quedan a su conveniencia y solo esperan del grupo la satisfacción de sus intereses particulares. Hay grupos que experimentan épocas de actividad más intensa y otras de inactividad o que incluso pueden llegar a desaparecer. Los más numerosos se mantienen y los más estables mantienen una actividad regular pero con frecuencia hay un grupo minoritario que la desarrolla, un grupo más numerosos de miembros ‘flotantes’ y una serie de miembros ‘de paso’ que después de un tiempo quedan inactivos.

La pregunta del millón es si este nuevo asociacionismo, especialmente el que centra su vida social a través de la red puede aspirar a cumplir objetivos en la sociedad. La coordinación de voluntades a través de la red ¿puede transformar la sociedad?, No se trata solo de retos tecnológicos propios de la vida interna del grupo, como establecer los procedimientos de voto electrónico o cauces y métodos de cooperación para la distribución de las tareas o el trabajo en equipo. Se trata también de como trasladar la voluntad y la voz del grupo al sector social desconectado de la red, a las autoridades o estamentos del poder político,…

Todos esos retos son nuevos y no existe en la mayoría de los casos experiencias que puedan ser objeto de estudio, pero en mi caso, eso aumenta el interés que provoca el abrir caminos y experimentar nuevas vías de cooperación y comunicación y explorar un campo bastante nuevo de las relaciones humanas. Porque personalmente, aparte de las aficiones que me han llevado al mundo del asociacionismo, lo que yo tengo muy claro es que lo importante son las personas.

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