En Valencia tenemos bastantes amigos. Tratándose de un lugar de paso entre Figueres y Murcia, no debería ser difícil verlos con frecuencia. Sin embargo, no es fácil.
Cuando vamos hacia Murcia llegamos a Valencia cansados de carretera y deseando llegar a nuestro destino. Si es por la tarde, cosa que ocurre con frecuencia, no podemos parar porque llegaríamos a Murcia demasiado tarde, obligando a quienes nos esperan a trasnochar más de la cuenta. Si vamos hacia Figueres la parada en Valencia ocurre demasiado pronto y viajar después de comer, con el estómago lleno y más de quinientos kilómetros por delante, es poco agradable. También en estas ocasiones solemos hacer el viaje con el tiempo justo y el ojo visto en los atascos alrededor de Barcelona que suelen resultar la parte más penosa del viaje y que conviene sortear cuanto más temprano mejor.
Por otra parte tenemos que repartir las visitas entre unos amigos y otros, lo que aún las hace más espaciadas. Esta vez habíamos llamado a Maria José y Toni y esperábamos ver también a Claudio y a Rocío.
Conocimos a Claudio y Rocío en el viaje a Roma de hace quince años. Desde el primer día y durante todo el viaje, junto a Africa y Paco fuimos juntos a todos los sitios. El viaje a Roma de este año estaba previsto que fuera una reedición de aquel, que compartiríamos los seis, pero algunos problemas familiares impidieron a unos y a otros acompañarnos y nos fuimos solos.
Maria José y Toni eran amigos de Claudio y Rocio y les conocimos en su boda. Congeniamos tan bien que cuando se casaron también nos invitaron a la boda. Si hacemos un recuento de las horas o los días que nos hemos visto puede resultar chocante como se puede apreciar tanto a unas personas con las que se ha convivido tan poco, pero ellos y sus hijos son realmente como parte de nuestra familia en Valencia.
El día del viaje, viernes y laborable hacía complicada la reunión. Finalmente decidimos que comeríamos juntos sobre las tres de la tarde cuando Maria José saliera del trabajo. Finalmente Claudio no pudo esquivar algunas obligaciones y no pudo acudir, pero Rocío y la hija de ambos, Clara, estuvieron con nosotros.
Toni había reservado mesa en un restaurante cercano a su casa. Un lugar peculiar titulado “Taverna – Xarcuteria Carmen de Ronda” donde nos ofrecieron el menú del día que por 8,80 euros se componía de un plato a elegir entre los tres del día y un segundo de una lista de nueve o diez, con vino, pan, postre y café.
Todos los platos que probé eran marcadamente caseros y sobre la mesa los acompañaban unas cestas de un pan tierno con aceite y pimentón por encima. La crema de champiñones o las lentejas y las croquetas eran como las que habría hecho la abuela, con una textura y un sabor poco frecuentes en un menú económico. Las albóndigas, el jamón serrano y el lacón que probé también estaban muy buenos, aunque no puede decirse lo mismo de los chorizos a la sidra, puro sebo especiado en exceso. El calificativo global fue de muy bueno y para repetir. Me traje la tarjeta para no olvidarme de poner aquí la dirección: C/Lorca 3, 46018 Valencia.