La puntualidad es la exactitud en el cumplimiento de los plazos de tiempo. “Llegar puntual es llegar a la hora, ni un minuto antes ni un minuto después” me decía siempre mi padre. Nunca llegamos a aprender del todo, incluso de aquellas cosas que repetimos muchas veces ya que él se perdió uno de los actos que sin duda mas deseaba ver en su vida, la entrega de despacho de teniente a su hijo por no hacer caso de esta máxima y de la advertencia sobre las normas estrictas de acceso al acto de entrega en la Academia.
La vida no espera. En muchas ocasiones o estamos en el lugar adecuado o la oportunidad no va a repetirse. El tiempo no da marcha atrás. La forma de no perder estas oportunidades es adquirir el hábito de la puntualidad. Para ello es necesario controlar el tiempo o mejor dicho controlar el ritmo al que nos movemos y hacemos las cosas para saber cuanto tiempo necesitamos para cada una.
A partir de ese conocimiento hay que calcular de delante hacia atrás los plazos necesarios para realizar las tareas necesarias sucesivas.
Si sé: a que hora empiezo a trabajar, cuanto tardo en llegar al trabajo, cuanto tardo en ordenar, desayunar y asearme, …sabré a que hora tengo que levantarme para que me dé tiempo a hacer todas esas cosas. Además, tengo que añadir unos márgenes adecuados para «imprevistos», de forma que aun ocurriendo alguno de esos imprevistos, llegue a tiempo. No es normal considerar el imprevisto de que el coche pincha una rueda, porque es una circunstancia que estadísticamente ocurre pocas veces en el momento de ir a trabajar. A mi, después de veintitrés años, no me ha ocurrido nunca. Pero si puede pasar que haya que planchar una prenda, que pierda el autobús y tenga que esperar al siguiente o que todos los semáforos estén en rojo. Eso supone unos minutos añadidos a nuestra tabla de tiempos y nos da un margen de seguridad adecuado para retrasarnos solo en casos extraordinarios.
Pero si la importancia del evento lo requiere, incluso estos casos extraordinarios deben estar considerados. Si hay que coger un avión al otro extremo del mundo o asistir a un acto irrepetible, puede que no sea tan exagerado considerar el tiempo necesario para cambiar una rueda. A pesar de lo que decía mi padre, es mejor estar allí y esperar, que perderse y llegar tarde o no llegar.
Cuando los actos del horario a los que acudimos implican a otras personas, la puntualidad es una muestra de respeto. Respetar y ser considerados con los demás es una política acertada, porque en un gran porcentaje de casos en esta vida recibimos, sencillamente aquello que sembramos, y nos tratan como nosotros tratamos a los demás.
La certeza de que podemos actuar con precisión nos da una seguridad y confianza en nuestras capacidades que trasciende al mero control del tiempo y las relaciones sociales. Controlar nuestro tiempo equivale en gran medida a controlar eficazmente nuestra vida. Si el tiempo, que es inamovible, no se nos resiste, ¿Qué se nos resistirá?. Naturalmente, Nada.
Este texto forma parte de uno mas largo que escribí para mi hijo. Todos somos imperfectos, pero incluso un padre imperfecto tiene muchas cosas que enseñar a su hijo y en mi caso lo hago preocupado…por lo mucho que mi hijo se me parece y en la esperanza de que no cometa los mismos errores que a mi me han costado tantos disgustos.